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Carlos Cuesta

A contracorriente

Carlos Cuesta

El Nalón, río de la vida

La falta de aprovechamiento lúdico y turístico del cauce asturiano y el buen ejemplo del Esla

El Nalón sigue fluyendo como una corriente de agua infinita. Desde el hontanar del Puerto de Tarna hasta San Esteban de Bocamar este cauce de leyenda y vida desciende con ritmo y gracejo vertebrando el Principado. Pero desde que fue domado en la presa de Tanes allá por los años setenta, este río tan nuestro ya no es el mismo de otrora. En este aspecto, me gustaría que se mirara al espejo de su hermano el Esla, ese Astura prerromano que marca geografía y naturaleza tras su nacencia en la vertiente leonesa de Tarna, estribaciones de la cordillera cantábrica.

El Nalón, río de la vida

El Esla también recogido en el pantano de Riaño se descuelga esplendoroso en su caminar gallardo por tierras de Crémenes, Cistierna, Gradefes y Mansilla de las Mulas, entre otras poblaciones y parajes hasta alcanzar la provincia de Zamora y unirse al legendario Duero para alcanzar el mar en Oporto. Un río, el Esla, carismático, regante, literario y con la fuerza terrena de un cauce con personalidad. En cambio el Nalón, el Melsos romano y mágico, es actualmente un estero sin alma, sin destreza acuática y casi convertido en cloaca inmunda.

Los responsables políticos y la empresa eléctrica que conforma el aparato logístico de Tanes para llevar el agua al resto de Asturias –consumo humano e industria– deberían parlamentar sobre este problema medioambiental y analizar la actual situación de un río emblemático y alejado del cauce ecológico que le correspondería por ley. Es lamentable observar este cauce, especialmente en la zona alta donde siempre se vivió de cara a sus orillas y en estos momentos es un arroyo olvidado y triste sin apenas agua en su cauce. ¡No hay derecho! ¿Qué hacen los alcaldes de los concejos ribereños que no reivindican la mejora de esta corriente de agua? Miran de soslayo y les importa un bledo esta circunstancia.

Siempre entendí que un río florido y cargado de razón acuática era la mejor industria de un entorno. Aquí todo eso se deja a un lado y a seguir enganchados a esos sillones cómodos capitalinos. Es necesaria una gestión eficaz del agua y el Nalón es el río paradigma para tratar a fondo las posibilidades de un cauce que pide a gritos su salvación. Desde una Asociación lavianesa coordinada por el animoso Jerónimo González se demanda con insistencia la recuperación de las zonas de baño y la puesta en marcha de un parque fluvial en los bellos entornos de la Chalana. Todo buenas palabras pero sin voluntad política. No tenemos buenos políticos ni gestores prácticos y sensatos para abordar el presente y futuro del río Nalón.

En la provincia vecina tienen las ideas más nítidas y el Esla presume de ser un cauce abierto y social. Sus playas fluviales y sus deportes acuáticos lo señalan. Y la vida turística tiene mejor empeño en el Alto Esla. La infinidad de visitantes lo apuntan. Aquí en estas tierras nalonianas se malvive pensando en lo que fue este cauce hace décadas y lo que representa en la actualidad. Habrá que lograr reivindicaciones en otros territorios y repartirlas entre todos. En estos lares todo sigue igual. Se habla de turismo desde el desconocimiento y nada avanza. Existe un río y a los mandarines de la cosa pública les parece un medio natural que adorna un rodal sin más.

La Confederación Hidrográfica del Norte debería tomar cartas en el asunto y convertir al río Nalón en el emblema de Asturias. Amantes de la naturaleza, pescadores, ecologistas y gentes de conciencia, deberían exigir a los protectores de la causa medioambiental, con la fuerza de la ley y la razón de los sensatos, que este Melsos sagrado para los romanos sea un reflejo de vida, verdad y sensaciones.

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