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de lo nuestro Historias Heterodoxas

Ni un céntimo menos, ni un minuto más

La popular consigna acuñada por el mierense Benjamín Escobar en el curso de un conflicto minero desarrollado en 1922 en las Cuencas

El pasado sábado 9 de octubre recordamos como cada año a los hombres y mujeres que participaron en la insurrección de 1934 colocando unas flores en el pequeño monolito que se levanta en su memoria en el barrio de La Villa. Al término del acto el cenetista Miguel Ángel González, que siempre suele venir acompañando a los amigos de La Felguera, me preguntó si recordaba quién era el autor de esa frase que se pronunció en el curso de un conflicto minero en 1922 y mantiene todavía su vigencia: “Ni un céntimo menos, ni un minuto más”.

Ni un céntimo menos, ni un minuto más

Yo sabía que la había hecho popular durante la llamada “huelga del Frente Único” uno de los fundadores del Sindicato Único de Mineros, pero dudé en atribuirla a Benjamín Escobar o a Marcelino Magdalena, una de cuyas nietas también nos acompañó en esa mañana. Los dos tuvieron en la primera mitad del siglo XX una trayectoria muy similar, militaron primero en el Partido Comunista y después en el Bloque Obrero y Campesino.

Por fin comprobé que había sido Benjamín Escobar y al darme cuenta de que dentro de unos meses se va a cumplir un siglo de aquel conflicto, he decidido contarlo en esta página aprovechando de paso para realizar una breve semblanza sobre este protagonista de nuestra historia, aunque como verán a continuación, las lagunas de su biografía son todavía muchas y su vida está pendiente de un estudio más serio.

Sabemos que Benjamín Escobar era mierense y su padre fue hermanastro del de Ignacio Iglesias, otro destacado dirigente de la Izquierda Comunista contraria a Moscú. Militó en las Juventudes Socialistas implicándose muy pronto en los conflictos laborales hasta que fue despedido de Fábrica de Mieres, según Aquilino Moral en 1905, aunque Isidoro Acebedo apuntó que fue en “la huelgona” de 1906 y seguramente lleva la razón.

Como consecuencia de la represión posterior se le prohibió entrar a trabajar en ninguna mina de la empresa, por lo que tomó el camino de la emigración. Estuvo en Cuba y regresó en 1919 cuando la división entre socialistas y comunistas ya empezaba a tomar fuerza. Según el mismo Aquilino Moral, quien lo conoció en aquellos años, él fue el ideólogo del Frente Obrero y en ese marco popularizo su famoso lema “Ni un céntimo menos, ni un minuto más”.

En ese momento la Agrupación Socialista local lo consideró un elemento peligroso y procedió a su expulsión, por lo que en cuanto pudo se sumó a la segunda escisión que se vivió en el PSOE para formar el pequeño Partido Comunista Obrero Español y poco después estuvo en la unificación que dio origen al Partido Comunista en Asturias junto a Lázaro García, Amador Llaneza, José Calleja, Matías Suárez Fierros y José Loredo Aparicio, entre otros.

En ese grupo estuvo también Isidoro Acevedo que años más tarde iba a esconder el nombre de Benjamín Escobar en su libro “Los Topos” tras el personaje ficticio de Valentín Escobedo, un revolucionario enamoradizo, corresponsal de “El Noreste” y militante del Bloque Obrero y Campesino: “Un minero de Mieres chaparrete, rubio al rojo, de ojos nipones” que había luchado con Samuel Cabezas en la huelgona, allá por 1906”.

Todo está tomado de la realidad. Benjamín también estuvo entre los fundadores del Sindicato Único de Mineros integrado en la CNT, pero su postura en un Congreso de esta organización no gustó a los estalinistas y acabaron expulsándolo de su partido aunque se mantuvo como secretario del Sindicato. Luego enfermó y tuvo que dejar la mina dedicándose a vender revistas y periódicos por los pueblos mientras ejercía como corresponsal de “El Noroeste” en Mieres y, como bien escribió Acebedo, militó en el Bloque Obrero y Campesino.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera, a pesar de la prohibición de actividades decretada contra el SUM, él mantuvo su actividad militante. En marzo de 1927, cuando la Agrupación Socialista de Mieres, que inauguraba su flamante Casa del Pueblo, intentó vender el edificio del antiguo Centro Obrero al Ayuntamiento de Mieres, Benjamín Escobar presentó una instancia con las firmas de 450 vecinos donde exponía que el inicio de las obras se había financiado en 1901 con el reparto de 4.000 acciones de una peseta entre la población, que nunca habían sido recogidas, por lo aquellos ciudadanos seguían manteniendo su propiedad.

Pocas semanas más tarde fue detenido por repartir propaganda ilegal junto con Marcelino Magdalena y ambos compartieron celda ocho largos meses en la cárcel de Pola de Lena.

Uno de los misterios de su vida está en su colaboración con el periódico “La Chispa”, órgano del Partido Comunista Obrero argentino que comenzó a editarse en 1926. Se trata de una publicación quincenal de 4 páginas que se publicó hasta 1929 y en la que se expresaron los comunistas porteños críticos con Stalin.

Los “chispistas” habían constituido en 1925 la sección argentina de la Liga Antiimperialista de las Américas y fueron considerados como trotskistas no ortodoxos, una definición que los hermanaba con el Bloque Obrero y Campesino del que formó parte Benjamín Escobar. No sabemos con certeza si el mierense mandaba sus crónicas desde Asturias o estuvo en 1926 en Argentina, pero todo señala a esto último, porque en ese año no aparece citado en ninguna movilización regional y sus crónicas en “El Noroeste” gijonés empezaron a publicarse en 1927 para prolongarse hasta mayo de 1933.

También desconocemos la fecha exacta de su fallecimiento, aunque tuvo que producirse entre esa fecha y octubre de 1934, ya que su nombre no está entre los detenidos por haber participado en la revolución –o al menos yo no lo he encontrado–. Sin embargo si se conserva una fotografía de su entierro, con el ataúd llevado a hombros por otros militantes del SUM y seguido por un gran cortejo.

En cuanto a la “huelga del Frente Único” empezó a gestarse el 22 de abril de 1921, cuando la patronal, después de reunirse con el SOMA, hizo pública su decisión de recortar los sueldos de los trabajadores en un 20% debido al elevado precio del coste y la escasez del rendimiento para competir con otros productos mineros nacionales y extranjeros.

La fecha fijada para la medida fue el 15 de mayo y después de que fracasasen las negociaciones para impedirlo, el SOMA convocó con urgencia un Congreso extraordinario en Oviedo. En aquel momento en el interior del sindicato de Manuel Llaneza se vivía con intensidad el enfrentamiento entre quienes seguían su línea moderada partidaria de la negociación y aquellos influidos por la nueva Internacional comunista, y para evitar que la iniciativa de estos fuese la más votada la reunión se hizo a puerta cerrada.

A pesar de esta medida, 44 de las 59 secciones que habían acudido, decidieron declarar la huelga general. Cuando se conoció el resultado, los llanecistas manifestaron que aunque mantenían su postura negociadora se ofrecían a dirigir el movimiento huelguístico para evitar que fuese manipulado en sentido político y que aquellos que no lo aceptasen serían expulsados.

Ante esta situación las secciones con mayoría comunista iniciaron el paro por su cuenta y fue entonces cuando Benjamín Escobar lanzó la consigna “Ni un céntimo menos, ni un minuto más”, cuyo éxito atrajo también a las bases socialistas que se sumaron a la huelga. El paro comenzó el 22 de mayo con los obreros divididos en dos organizaciones: el propio SOMA y el denominado Frente Único en el que ya se adivinaba el embrión de lo que pocos meses más tarde iba a ser el Sindicato Único de Mineros.

En el curso del conflicto hubo episodios de violencia tanto contra los esquiroles y la infraestructura de las empresas como entre las dos corrientes obreras y de los enfrentamientos verbales en algún caso se pasó a los físicos. El momento más crítico llegó el 25 de junio de 1922 cuando el Comité Ejecutivo del SOMA expulsó a las 21 secciones con mayoría comunista que quedaron con total libertad para actuar por su cuenta. Para prevenir incidentes, desde el Gobierno Militar de Oviedo, al día siguiente se mandaron tropas desde Oviedo para patrullar en las calles de Mieres y La Felguera, reforzadas por un escuadrón de caballería procedente de La Coruña.

Finalmente, el agotamiento económico hizo que los huelguistas volviesen al trabajo el día 9 de agosto después de una votación aprobada por 7.766 votos contra 2.295, lo que supuso una victoria para la Patronal y un fracaso para el movimiento obrero que además de no haber obtenido ninguna concesión salió del conflicto definitivamente fracturado. Una situación que se mantuvo hasta la creación de la Alianza Obrera, pero ese ya es otro capítulo.

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