Líneas críticas

La sed como metáfora y realidad histórica

El agua a través de las diversas civilizaciones es un relato de su posesión y administración

Francisco Palacios

Francisco Palacios

Las sequías son un fenómeno natural y cíclico que afecta a extensas regiones del mundo. España se ha enfrentado a varias sequías significativas desde mediados del siglo XVIII, siendo la actual una de las más drásticas. Según la ONU, la sequía provocó el pasado año 700 millones de desplazamientos en el mundo. Y en algo más de dos décadas, una de cuatro personas vivirá en un país con escasez de agua. Una razón para que los magnates de las finanzas inviertan miles de millones en el sector hídrico.

En tales circunstancia resulta muy pertinente el libro de la periodista y antropóloga Virginia Mendoza (Valdepeñas 1987), con un título breve y rotundo "La sed. Una historia antropológica (y personal) de la vida en tierras de lluvia escasa". El libro parte de la hipótesis de que estamos condicionados históricamente por nuestra relación con el agua y por el miedo a perderla.

Mendoza aclara al principio que prefiere sed en lugar de sequía para dar a la escasez del agua la consideración que se merece, ya que los excesos del determinismo ambiental relegan al ser humano a una suerte de marioneta en manos del clima.

Y sobre la dimensión universal del problema del agua asegura, por ejemplo, que dos territorios tan dispares como La Mancha y el Kalahari (el mayor desierto de arena del mundo) tienen un origen etimológico similar: tierra seca y lugar sin agua.

La sed es uno de los motores decisivos de la humanidad. Nos ha hecho nómadas y sedentarios, nos empujó a salir de África en busca de tierras húmedas y fértiles y nos obligó a construir complejos sistemas para retener el agua y distribuirla.

De ahí que las primeras grandes civilizaciones, llamadas también fluviales, hayan surgido precisamente cerca de los grandes ríos. Así, Egipto es "un don del Nilo" para el historiador griego Herodoto. Y Mesopotamia es un país entre ríos: el Tigris y el Eufrates. Lo mismo ocurre con el Indo en la India, y el Huang-Ho y el Yangsté en China.

En estas civilizaciones, la administración y el control del agua fue una de las primeras causas de la desigualdad y de graves conflictos sociales. Eso explica que hace unos 4500 años, las ciudades sumerias de Umma y Lagash se hayan enfrentado en una guerra larga e intermitente por el uso del agua: es la primera guerra de la que hay constancia en documentos escritos.

Mendoza aborda también la relación del agua (y la sequía) con las primeras religiones. Sostiene que "nos llevó a mirar al cielo, a unir estrellas, a crear dioses de la lluvia y rogativas para atraerla". El diluvio universal es uno de los mitos más extendidos en todo el mundo.

Asimismo, en las culturas antiguas, la sequía era un síntoma de que los gobernantes habían perdido el favor de los dioses.

Por otra parte, para millones de seres humanos que viven en los países más pobres del planeta, gran parte de su quehacer diario consiste en buscar desesperadamente agua y comida. Esa es su rutina vital prioritaria para sobrevivir en un medio físico precario y hostil.

Y para evitar que los negacionistas se apropien de su discurso, la autora de "La sed" quiere dejar claro que la emergencia climática viene acuciada por nosotros mismos y nuestras acciones.

Por último, sobre el problema actual del agua, Virginia Mendoza mantiene en su libro que "solo el optimismo racional puede impulsarnos, no por designio divino, sino por voluntad de arreglar lo que hemos roto". Y apuesta, entre otras cosas, por un cambio radical en nuestro estilo de vida, especialmente en los países más desarrollados.

Suscríbete para seguir leyendo