No dedico a los García mis líneas, porque tal apellido rueda por nuestra España con gran facilidad: los hay, como se dice vulgarmente, a punta pala. Eso sí, todos muy dignamente.
El García al que hoy me refiero es un aparente hombre ilustre, cargado de títulos no universitarios, entre los que se encuentran: aizkolari, portero de discoteca, agente de seguridad, chófer, asesor de un Ministro de Fomento, etcétera, etcétera, además de consejero de Renfe-Mercancías, para terminar siendo encausado en una trama de corrupción en un sucio y triste negocio de mascarillas en la pandemia que nos asoló y aún nos resta del covid-19.
Nos dicen que García quiso ser Guardia Civil, pero que no pudo ser por su mala reputación. Como observan, todo un ejemplo de vida y asesoramiento. Se me ocurre aplicarle al refrán: "Consejos vendo que para mí no tengo".
Alguno de los involucrados en esta trama sale a la calle disfrazado procurando que no le reconozca ni el enemigo. Solo podría conocerlo su amigo, el ministro Ábalos y tal vez algún otro como el presidente del Gobierno, es decir, otro conocido por el apellido Sánchez.
Llegados al final de esta historieta, digamos que García se llama Koldo y que según la investigación tiene un montonazo de bienes, todos ellos repartidos entre sus familiares para intentar despistar, pero al parecer le ha salido mal la jugada.