Opinión

"Arcilla joven para el café"

A propósito del nuevo poemario del langreano Javier García Cellino

El próximo sábado, 20 de abril, a las 19 horas, la editorial Bajamar se une a los actos que organiza el Ayuntamiento de Langreo para conmemorar el Día del Libro, presentando el último poemario del escritor langreano Javier García Cellino: "Arcilla joven para el café". La presentación tendrá lugar en el recinto ferial, ubicado, en esta ocasión, en la plaza de abastos de la Felguera.

La colección de poemas que Javier nos ofrece en "Arcilla joven para el café" presenta la fusión del poeta sonoro y el poeta silencio. Cuando por encargo del autor, y puro placer, me entregué a la lectura de este poemario, para prologarlo, sus versos se me antojaron cantos de ayer y de hoy que, además, integran esas artes indivisas que fueron, en sus comienzos, la poesía y la música. Los versos de cada poema, coloristas y fieles al estilo del autor, adquieren una dimensión didáctica que le distancia, sin alejarle demasiado, de la brillante y consolidada estética que le caracteriza: "Sobre el jardín de adoquines/ los mármoles viejos enterrarán / su manojo de rosas...".

Las palabras son aladas en los versos de "Arcilla joven para el café"; el poemario es un derroche de greda alucinógena; sus poemas de mutismo y barahúnda están burilados ritualmente, como la música primigenia. El poeta teje en sus versos el conjuro y la atemporalidad, contra el inefable paso del tiempo; tergiversa, a conciencia, la realidad para engalanar la más cruel de todas sus desdichas: ser pretérito podrido, sin futuro, ni, tan siquiera, presente.

Es la música el ingrediente secreto del hechizo; la melodía ungüento, curativa del dolor ahogado del poeta tecnológico, enfermo de desidia y atropello; el que navega impudoroso y etéreo por un mundo virtual carente de impresiones. Es la música esperada y esperanza; la que viene al rescate del versista cuya pluma solo aspira a escribir bonito entre la escarcha de las barricadas. Palabras urdidas rítmicamente para crecer y creer, para salvar y quedarse: arcilla para el café, urnas peregrinas, algas de la tradición y escafandras rojas.

La música, unidad temática e ingrediente secreto del poemario, transforma al poeta de hoy en el aedo cantor de todos los tiempos. El clímax de la doble fusión es una sugerente sinestesia alterada de canciones y versos. Entre silencios, cadencias, hashtags y cesuras, el "yo poético" nos desdibuja, rapeando, a una florista callejera del siglo XIX, en un lugar común para todos los poetas y músicos; el bucólico espacio donde se "Sueña con huracanes de papel/ y /los ángeles rubios/regalan flores a las madres".

El conjunto poético está dividido en dos partes que corresponden respectivamente a las corrientes musicales más representativas de los últimos dos siglos. El propio García Cellino, en la introducción de la primera sección, dedicada íntegramente a la zarzuela, y más concretamente al proyecto Zarza, nos sugiere que la finalidad de este inspira la del conjunto lírico: "acercar el género chico a los más jóvenes, adoptándolo y reinterpretándolo a su propio lenguaje". Dada su coherencia personal y poética, como la segunda parte del poemario lleva por título "Rock, pop, rap. Trovadores urbanos" no es difícil deducir que nos propone una inversión de papeles, es decir, fomentar, en los más jóvenes, el gusto por la poesía, "adaptándola y reinterpretándola". El resultado, un elaborado lirismo urbano, elegante y jovial. El autor, con esa prosopopeya sensitiva que le es tan propia, ha construido un compendio de poemas musicales expresos para jóvenes y pletóricos de júbilo, frescura y rebeldía.

Celebrar el Día del Libro supone celebrar aquello que más dignifica a los seres humanos: la capacidad de plasmar y compartir vivencias, emociones y sentimientos. Por eso, además de recomendar encarecidamente la lectura de "Arcilla joven para el café" por su lirismo y musicalidad, es imperativo categórico agradecer al autor por este intento tan didáctico de acercar la poesía a las nuevas generaciones, en un tiempo digital en el que todo parece haberse deshumanizado. Agradecimiento que debe de hacerse extensivo al Ayuntamiento de Langreo, siempre al lado de la cultura y, cómo no, a Leticia, ilustradora de la magnífica portada, que con tanto tino y sensibilidad ha plasmado la esencia del poemario. Por último, y parafraseando a Javier García Cellino en los proemios de esta obra, dejar constancia del reconocimiento a toda la tripulación de la editorial Bajamar, capitaneada por Pascual, que son quienes, en definitiva, hacen posible que el oleaje musical de estos poemas descanse ya en papel y en nuestros corazones.

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