Opinión | Líneas críticas

francisco palacios

Los planes regeneracionistas del presidente Sánchez

El tiempo dirá si la propuesta del jefe del Ejecutivo conlleva medidas concretas o se trata de una operación con otros fines

El concepto de regeneración ya aparece en las proclamas revolucionarias de la Francia de 1789 para revitalizar una sociedad y un Estado sumidos en un grave proceso degenerativo. En principio trataban de aplicar ideal ilustrado del "hombre nuevo" para sus fines revolucionarios. Optaron luego por soluciones más drásticas.

En España, el regeneracionismo como movimiento ideológico y político se inicia fines del siglo XIX, motivado por el sentimiento de decadencia que se produce al perder las últimas colonias de Asia y América: un acontecimiento conocido como el Desastre del 98.

Y hasta nuestro días, en coyunturas históricas muy diversas, el regeneracionismo propugna restablecer principios morales, sociales y políticos que se consideran perdidos o debilitados. Aunque su aplicación práctica haya sido muy ambigua e imprecisa.

Creo que es el sentido que Pedro Sánchez pretende poner en práctica para su "regeneración democrática" tras cinco días de retiro y reflexión.

En tal sentido, anuncia que, si ha resuelto seguir como presidente del Gobierno de España, es precisamente "para luchar por un nuevo tiempo que abra paso a la limpieza, a la regeneración y al juego limpio". Y poner "fin al fango", mediante el rechazo colectivo, sereno, democrático, más allá de siglas e ideologías. Se trata asimismo, según Sánchez, de mostrar al mundo "cómo se defiende la democracia".

Más allá de las motivos personales, familiares y políticos que el presidente haya podido tener para su sorprendente y provisional retiro, lo cierto es que, una vez ha decidido proseguir al frente del Gobierno de España, no ha propuesto ningún tipo de medidas específicas para llevar a cabo su plan regenerador.

Sin embargo, ese propósito lo tenía más definido hace unos años. Así, en septiembre de 2016, gobernando el Partido Popular, Pedro Sánchez buscaba la instauración de un "Gobierno regeneracionista", para lo que era necesario convencer de su necesidad a Unidas Podemos y Ciudadanos, entonces partidos emergentes y decisivos. El plan se basaba en algunas demandas básicas: reformar la ley de Partidos y el Reglamente del Congreso, acabar con los aforamientos y los indultos a condenados por corrupción o abrir un proceso de reforma constitucional, entre otras iniciativas.

Ese mismo año, Pedro Sánchez intervino en la Escuela de Verano que UGT celebraba en Gijón. En aquel acto insistió en que España necesitaba más que nunca un "Gobierno regeneracionista" que "pase página al inmovilismo, la desigualdad, la precariedad, la mentira y la corrupción". Un Gobierno limpio, social, creíble y dialogante para que afronte las principales reformas que necesita nuestra debilitada democracia. Por tanto, esa regeneración, que no sería posible hasta que PP dejara de gobernar. La triunfante moción de censura, en junio de 2018, contra Rajoy consumaba el ciclo aquella campaña regeneracionista.

Desde entonces, ya como presidente, el espíritu regenerador de Sánchez ya no fue tan apremiante. Tras la catarsis de su breve retiro reflexivo, el propio Sánchez reconoce que sus adversarios buscan quebrarle "no por lo que soy, sino por lo que represento" Y que ha dado ese paso "por motivos personales, por un sentimiento que en política no suele ser admisible".

Al margen de sentimientos y emociones o de exhibiciones públicas de apoyo, ahora falta conocer cuáles serán las medidas concretas del Gobierno para frenar la pregonada regeneración democrática. Y el tiempo dirá si se trata también de una operación para cumplir otros fines.

A principios del siglo XX, y en pleno auge regeneracionista, le preguntaron al escritor y político ovetense Ramón Pérez de Ayala qué opinaba sobre el tema. La respuesta no pudo ser más contundente: "Muchos regeneradores no son más que apóstoles de su propio encumbramiento".

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