Opinión | Velando el fuego

Homenaje al exilio asturiano

La necesaria lucha contra el olvido

Recordar es un verbo necesario muchas veces, pues hay personas o situaciones que, aunque haya pasado el tiempo, se quedan muy dentro de nuestra piel, como si continuaran viviendo en algún rincón íntimo y cada día volvieran a pasar por nuestros corazones. Que eso significa recordar (del latín "recordis"): volver a pasar por el corazón.

En "El libro de los abrazos" su autor, Eduardo Galeano, dice: "Creo que un autor al escribir abraza a los demás". El libro trata sobre los vínculos con los otros, sobre los nexos que la memoria ha conservado: amistad, amor, solidaridad… Y de todo esto trató el acto que hace pocos días se celebró en Oviedo, organizado por el Instituto y el Consejo de la Memoria Democrática de Asturias", un abrazo de reconocimiento a los 50 000 asturianos que, tras la caída del Frente Norte en octubre de 1937, se vieron obligados a partir hacia el exilio como consecuencia del avance de las tropas franquistas.

Por lo común, cuando se habla de las víctimas de cualquier conflicto, se apunta en primer lugar a la lista de muertos, bastante numerosa, por desgracia, en muchas ocasiones. Después, el escalafón victimario se va rellenando con los desaparecidos en combate o a consecuencia de otras tropelías; los enterrados en las cunetas o los sin nombre, que ni siquiera se sabe dónde podrían estar; los que sufrieron torturas; los que aún no se han repuesto de sus cicatrices, tanto físicas como mentales… y así hasta completar una larga muestra de afrentas de todo tipo.

Sin embargo, son escasas las ocasiones en las que el exilio acostumbra a aparecer como protagonista importante. Si acaso, sus testimonios se referencian desde la otra orilla, dando una sensación de lejanía, sin que nos demos cuenta de que el exilio es una violación en sí misma y que demuestra el fracaso de todos los partícipes (instituciones, colectivos…) de esa ruptura que altera la existencia, a veces de manera irreparable, y que sin duda hace que al exiliado le cambie la perspectiva y las proyecciones que pueda tener sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea.

Vivimos "tiempos líquidos", en los que, entre otras características, sobresale la renuncia al pensamiento y a una planificación a largo plazo. En este magma incierto (la modernidad sólida y estable ha sido sustituida por una modernidad flexible y voluble), el olvido va convirtiéndose en una guía referencial. Hasta el punto de que se presenta, en muchas ocasiones, como una garantía de éxito.

De ahí la importancia del acto a que me refiero, en una coyuntura donde se intenta que la guerra civil pase a la trastienda como un hecho aséptico, una circunstancia normal en la que todos contribuyeron de igual manera ("se mató por una y otra parte", se señala desde muchas tribunas interesadas en el rito de la exculpación). Sin embargo, quienes perdieron su hogar y dejaron atrás a sus hijos y familiares, quienes sufrieron situaciones penosas e incluso trágicas en algunos momentos, a consecuencia de su "viaje", solo pertenecieron al bando perdedor.

En la actualidad, desde la península arábiga hasta el corazón de África, hay cientos de conflictos excluidos de la agenda de las grandes potencias mundiales que acumulan miles de muertos ante la indiferencia global. Por ello, se hace tan necesario luchar contra el olvido, desplazarse hasta el centro de la memoria, volver a pasar por el corazón a nuestros asturianos exiliados, como hizo estos días el Instituto y el Consejo de la Memoria Democrática de Asturias.

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