Opinión | Líneas críticas

La Unión Europea y el futuro de las Cuencas

Ante las elecciones a la Eurocámara del próximo 9 de junio

En la mitología griega se representa a Europa como matrona de gran belleza y magníficamente ataviada. Una matrona que lleva en sus manos un cetro y el cuerno de la abundancia: símbolos del poder y la riqueza.

Como si evocara los atributos de esa alegoría mitológica, un eurodiputado asturiano (y candidato a serlo de nuevo) declaraba hace unos días a este diario que la pertenencia a la Unión Europea suponía para Asturias «una oportunidad de crecimiento infinito». Con esta hiperbólica afirmación, además de un «paraíso natural», esta región se convertiría pronto en un pujante emporio de riqueza. Falta conocer los plazos de esa prometedora previsión. Y cómo podría favorecer a estos necesitados valles mineros, pues solo un prodigio de esta índole podría sacarlos de su prolongado marasmo. Aunque es posible que el eurodiputado haya querido decir otra cosa al referirse a esa venturosa oportunidad.

Lo cierto es que el próximo mes de junio se celebrarán elecciones al Parlamento Europeo. Y en esa perspectiva podría situarse el augurio del eurodiputado asturiano. Lo expresó de forma rotunda «El Roto» en una de sus mordaces viñetas: «Otra vez se acercan las elecciones, ya llueven los jamones». Asimismo, a los grandes partidos les preocupa mucho la abstención que vaya a producirse en las cercanas elecciones europeas. En España, la abstención constituye una «sombra creciente», sin ser de los países más abstencionistas.

Por otra parte, al margen de cualquier noción geográfica, económica, histórica cultural o religiosa, existe una corriente de opinión en España con una visión muy idealizada de Europa, como si se tratara de una referencia inexcusable de normas y pautas. De una Europa casi sublime.

Hace unos años, el expresidente francés Nicolas Sarkozy expresaba bien esa idea mítica. Definía a Europa como «la más bella construcción del ser humano», olvidándose de que fue precisamente en Europa donde se originaron las dos guerras más devastadoras de la historia.

Y en el presente, según la última encuesta del Eurobarómetro, un tercio de la población adulta de la Unión Europea considera que la lucha contra la pobreza y la exclusión social son los temas a los que debe dar prioridad el Parlamento Europeo. En 2022, había en la Unión Europea 95,3 millones de personas que estaban en riesgo de pobreza o de exclusión social: el 21,6 % de la población.

A propósito de la situación social en Europa se manifestaba hace unos años Helmut Schmidt (1918-2015), que fue canciller y ministro socialdemócrata de Alemania y presidente del Consejo Europeo. Schmidt denunciaba entonces que Bruselas, «ese monstruo sin rostro», no había conseguido ningún progreso significativo desde hacía tiempo. Que se había convertido en una inmensa torre de marfil, renunciando a cualquier modelo social avanzado. Y que no habría futuro para Unión Europea si todo se supeditaba a los intereses de los poderosos.

En definitiva, esperamos y deseamos que las minas de las Cuencas, como nos anuncian ahora, se conviertan otra vez en un tesoro de progreso y riqueza. Un avance que sirva también para cancelar de una vez el mantra recurrente de la «deuda histórica».

En «La balada del Nalón», publicada en 1984, el doctor Eugenio Torrecilla dibuja un porvenir prodigioso tras el vacío dejado por el carbón. En ese relato augura la eclosión de fuentes de energía hasta entonces inimaginables. Y esa emergente y vigorosa fuerza económica permitiría a los valles mineros establecer formas de vida de orden superior a las que tuvieron en el pasado. Una bella utopía literaria que se había anticipado varios años a los exiguos planes de la Unión Europea.

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