Opinión

Un ejemplo de mujer

Se llamaba Teresa y toda su existencia estuvo presidida por la sencillez, el amor al prójimo, la causa femenina y el valor de su familia. Vivió una vida, como tantas personas, cargada de compromisos, esfuerzo, mucho sacrificio y siempre con la sonrisa a flor de piel. Su actitud vital se reflejó en su carácter adusto y recto, con las ideas claras y un respeto al trabajo casi obsesivo. Cocinera de altos vuelos, agente de seguros El Ocaso y madre de familia, cumplió con creces su acción humana y dejó huella notable con su forma de ser. Una mujer muy espiritual y activa, disfrutaba con la naturaleza, la novela histórica y los viajes. De inteligencia natural sobrada, no soportaba la estupidez de algunos y siempre buscaba el consenso y el entendimiento en asuntos públicos y familiares. Nacida en Oviedo y vinculada por matrimonio a Sotrondio, la capital de SMRA, disfrutó del Alto Nalón, e hizo de su vida un camino ejemplar de sabiduría y orientaciones, postulados recogidos con fervor por sus dos hijas y nietos. Dios nos libre de las alabanzas, pero en verdad esta mujer curtida en mil batallas era el paradigma de los buenos modales y la búsqueda de la felicidad a cualquier precio, a pesar de los golpes que da la vida y los problemas cotidianos. Amante del refranero español, con sus verdades en pocas letras, solía enunciar con clarividencia esos aforismos de tradición popular con soltura y gracejo: "Quien dice lo que quiere, oye lo que no quiere". "Corazón apasionado no quiere ser aconsejado". "Perro de muchas bodas no come en ninguna por comer en todas". Toda una ciencia popular con respuestas para todo que esta estoica mujer dominaba con sabiduría y sapiencia. En los momentos tristes y postreros de una vida intensa alabó la sanidad pública asturiana y tuvo palabras de excelencia para el departamento de paliativos de Cruz Roja de Gijón por sus grandes profesionales y los desvelos hacia su persona. En esos instantes finales, complejos e insufribles, hizo un recorrido por su peregrinaje vital y confesó que siempre estuvo muy arropada por sus íntimos y que con sus defectos y virtudes su talante fue ser responsable consigo misma. Se llamaba Teresa y murió en silencio para vivir eternamente.

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