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Sin salir de la cocina

Vivo en Suecia, una amplia muestra de la obra de Sonja Åkesson, una de las grandes voces del país escandinavo

Antes de que las novelas de Henning Mankell y Stieg Larsson destaparan la podredumbre que escondía el modelo sueco, Sonja Åkesson (1926-1977) mostró en sus poemas el lado menos exportable del bienestar que abanderaba, en los años sesenta y setenta del pasado siglo, el país escandinavo; una imagen que ayudó a promocionar no poco aquella célebre foto de Olof Palme con su familia a la puerta de una sencilla casita en un suburbio de Estocolmo. En una de esas casitas, o en varias, vivió Åkesson, que aparte de casarse tres veces y tener cinco hijos -uno de los cuales, fruto de un adulterio, murió de leucemia a los dos años-, encontró tiempo para escribir poesía. Debió de hacerlo, sobre todo, en la cocina, donde, según Ángeles Caso, escriben casi todas las escritoras y, sólo excepcionalmente, los escritores; y, además, sin obligarse a salir de ella para buscar el asunto de sus poemas, lo que la distingue de la mayoría de sus compañeras y compañeros de oficio (aunque, excepcionalmente, cocinen).

Åkesson escribió sin salir de la cocina, pero no porque no quisiera o no pudiera, sino porque no le interesaba; todo lo que ella necesitaba poner por escrito remitía, de una manera u otra, al espacio de la casa; y como ama de casa frustrada y enclaustrada, jodida en todos los sentidos de la palabra, se inició en la escritura con Situaciones (1957). Su obra, huelga decirlo, llamó en seguida la atención de la crítica feminista, que adoptó como grito de guerra su combativo poema "La cuestión matrimonial", incluido en Husfrid ("Paz hogareña", 1963): "Ser esclava de Hombre Blanco. // Parir hijos de Otro Hombre. / Parir hijos de Hombre Blanco. / Hombre Blanco ocuparse de todo / mantener a todos los hijos. / Jamás poder pagar Gran Deuda / a Hombre Blanco".

En los libros centrales de su producción ("Husfrid", Fuera brilla el sol, Vivo en Suecia, Precio y Deliciosos años 60), Åkesson expone con crudeza las miserias de la cohabitación recurriendo a una forma poética libérrima, caracterizada por el uso de la repetición y la ironía. Así, por ejemplo, en "Okey", donde un ama de casa extenuada por el trabajo doméstico se culpa porque no puede asumir el programa que se ha impuesto a sí misma para "mejorar" y comprometerse con su rol: "Okey, okey / voy a intentar mejorar / voy a intentarlo como / esa esposa del ministro en el reportaje / de la semana pasada / (?) okey, okey / pero tendrá que ser otro día / okey / ahora precisamente no tengo gana de hacer nada / nooo".

De "Vivo en Suecia" son también "Claro que me acuerdo" y "De mamá". El primero, que hubiera podido servir a Bergman de punto de partida para Secretos de un matrimonio, sigue un esquema de repetición similar al de "Okey", pero supone un avance en el relato del deterioro de la vida conyugal, pues la mujer que habla en el poema ya no aspira a salvar el vínculo, sino sólo a constatar su acabamiento: "Y claro que recuerdo (?) / cómo llegaste a casa un poco achispado / caliente y alegre / y quisiste acostarte conmigo / y yo te escupí / cuando ibas a follarme". Un acabamiento del que el segundo da pistas cuando aborda sin tapujos, bien que a través de persona interpuesta -la madre de la propia poeta-, la violencia machista: "Signe estuvo por aquí llorando / (?) si al menos no se pusiera tan histérica / tan pronto como él se toma una copa / (?.) él la había tirado al suelo, dijo ella / pero afortunadamente nosotros no oímos nada / y como le dije a Signe tienes que estar contenta / hay guerras y desgracias más grandes".

Estamos, pues, ante una poesía netamente autobiográfica, narrativa pero no discursiva, inequívocamente inmanente en su terca cotidianidad, en la que Åkesson se interpela a sí misma sin descanso para saber si lo que escribe alcanza algún grado de certeza; una operación que pasa, en primer lugar, por triturar a la propia persona en los engranajes de un autoanálisis inmisericorde: "Qué asco me doy / cuando me paso el día pegando recetas de cocina / y me pongo tibia de bocadillos de queso y salchichón (?) // Y luego pienso en / (es en lo que más pienso) / que yo, en todo caso, estoy aquí atrapada / como pegada con pegamento / y mastico / y pego / y mastico / y pego / y mastico / y pego".

De ese proceder atosigante es fruto también el extenso poema "¿Qué aspecto tiene tu color rojo?", básicamente una larga interrogación sobre las posibilidades de comunicación y comprensión que ofrece la palabra a "las personas encasilladas en la jaula de su subjetividad y su sufrimiento", según señala en su prólogo Francisco J. Uriz, traductor de esta antología.

Mucho menos extensos, pero igual de ambiciosos, son los collages de "Precio" (1968) y el poema "Visita a la Fundición Sandviken", incluido en "Deliciosos años 60" (1976). Los primeros, pensados para la escena y montados con frases y anuncios extraídos de las revistas femeninas, funcionan bien como textos reivindicativos, aunque su dura digestión rítmica les impide siquiera emular el impacto de "La cuestión matrimonial". En cambio, el segundo, que casi parece el guión de un documental, y que fluye con muchos menos obstáculos, tiene el inconveniente de pintar a Åkesson como una turista que se queda perpleja, si no embobada, ante la visión de las máquinas de los hombres. Y aquí la ironía no es suficiente: para salir de la cocina hubiera necesitado sarcasmo.

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