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MANUEL GARCÍA RUBIO | Escritor, publica la novela El mirofajo

"El Poder se repite demasiado al mentir, le falta imaginación"

"He escrito esta obra por culpa de la actualidad, sin el atropello al que nos han sometido estos años no me habría visto en la necesidad de hacerlo"

Manuel García Rubio.

Tras edificar La casa en ruinas en 2012, el escritor asturiano Manuel García Rubio (Montevideo, 1956) demuestra una vez más su condición de narrador de fondo y formas siempre sorprendentes con El mirofajo o las reglas del juego (Los Libros del Lince), una obra que el político Julio Anguita define en el epílogo como "una deliciosa y atractiva incitación al riesgo, a mojarse, a no tener miedo a pensar".

-Mójese. ¿Qué es un mirofajo?

-Es un palabro que he puesto a disposición del Poder (así, con mayúsculas) para que lo use a su antojo, con el contenido que en cada momento necesite. ¿Qué nos organizan una estafa criminal a través de las finanzas? La explicamos con las "hipotecas subprime". ¿Qué queremos forrar a unos pocos a costa de la mayoría? Nos inventamos el término "crisis", que es, como se sabe, un fenómeno meteorológico. La verdad es que, a la hora de mentir, el Poder se repite demasiado. Le falta imaginación. Hay que inyectar aire fresco en el diccionario de las mentiras.

-¿Le gusta seguir las reglas del juego literario o saltárselas?

-Si eres serio con tus lectores, saltarte las reglas es una forma de cumplir con ellas escrupulosamente.

-¿En su libro se comen perdices al final?

-No me pida que le adelante el final, que, efectivamente, va de perdices. Pero sí le aseguro que se trata del final más infame que he escrito nunca.

-¿La actualidad le encaja como un guante a su novela?

-Sí, la he escrito por su culpa (por culpa de la actualidad, no de usted), aunque la historia tenga lugar en 1834. Seguramente, sin el atropello al que nos han sometido estos últimos años, no me habría visto en la necesidad de escribirla.

-Habla Anguita en el epílogo de incitación al riesgo. ¿Qué peligros corre el lector?

-Solo uno: el de hacerse esas preguntas radicales que siempre ha evitado por miedo o por comodidad.

-¿Qué aportan las ilustraciones?

-Sin duda, son un imán para la vista. Aportan, además, calidad y belleza únicas. Claro, son de Luis Pérez Ortiz, o LPO, magnífico novelista, también. Creo que él, mi editor (Enrique Murillo), la gente de Los Libros del Lince y el apoyo inestimable de Julio Anguita hemos formado un gran equipo.

-¿Cómo se ve el futuro de la literatura desde la periferia?

-Ya no existe periferia geográfica, sino digital. Yo me encuentro en esta última. Con internet todo parece más cercano, pero la red ha levantado fronteras que gestionan unos pocos, los intermediarios de la cosa cibernética. Parafraseando a McLuhan, el de en medio es el mensaje.

-¿Hay mucho traje nuevo del emperador en el mundillo literario español?

-Sí, siempre lo ha habido, pero no me pida nombres, por favor, al menos en público. Luego le soplo alguno.

-No tiene prisa por publicar.

-La verdad es que no, pero, si la tuviera, tendría que aguantarme, porque ahora se edita mucho menos que antes. Menos mal que lo mío es puro vicio.

-Su editor dice que es un libro pedagógico y seductor. ¿Lo comparte?

-Creo que sí, en el sentido socrático de la pedagogía, entendida como obstetricia, porque "El mirofajo" está lleno de preguntas cuyas respuestas pueden llevarnos a alumbrar ideas que ni siquiera imaginábamos que estuvieran dentro de nosotros. Eso, al menos, es lo que deseo.

-¿Qué son la "Esfera de lo Nombrado" y la "Esfera de la Experiencia" que aparecen en el libro?

-En la Esfera de la Experiencia está el mundo que podemos contrastar con nuestros sentidos. En la Esfera de lo Nombrado, en cambio, está el mundo que los demás nos cuentan. La diferencia no sería importante si no fuera porque, hoy en día, las grandes decisiones personales que tomamos respecto de nuestras vidas están tomadas con los datos que se encuentran en la segunda esfera, tan etérea y manipulable.

-¿Qué se va a encontrar el lector?

-"El mirofajo" es una novela, pero también un conjunto de cartas, y varios relatos breves, y cuentos infantiles, e incluso ensayos. Sobre todo, se va a encontrar ante un espejo y no podrá volver la cara.

-¿Se puede leer a un niño?

-Habría que estar en sus códigos. Eso se puede aprender, pero requiere esfuerzo y dedicación, sin duda.

-La palabra dicha no sabe volver atrás, cita a Horacio. ¿Se arrepiente de alguna suya?

-De las dichas, sí, de unas cuantas. De las escritas, creo que no. Las pienso mucho antes de ponerlas sobre el papel.

-La prisión desde la que escribe cartas a su hijo en 1834 se llama Selbstbetrug, que en alemán significa Autoengaño. No me diga que es una casualidad.

-Me temo que no, pero no digo más, no sea que me arrepienta y tenga que cambiar la respuesta anterior.

-¿Qué son los eruditos de la violeta?

-"El mirofajo" está lleno de referencias implícitas a otros autores, en este caso a José Cadalso, que tanto criticaba la educación superficial en tiempos en los que el Informe Pisa no existía. ¿Qué habría opinado este buen hombre de nuestros actuales planes de estudio? La verdad es que soy un poco cruel con esto.

-¿Se podría decir que el autor de la novela piensa justo lo contrario de lo que defiende el autor de las cartas?

-Es que el autor de las cartas dice lo que el autor de la novela se pregunta. Estamos en dos planos distintos, él y yo. Eso que tengo a mi favor, desde luego.

-¿De qué forma introduce el humor en su libro?

-Aquí no empleo tanto el humor como la ironía y la mala baba. El resultado tiene poco de gracioso, aunque seguramente arrancaré alguna sonrisa.

-¿Qué le inspiró la idea de "El mirofajo"?

-Llevo años estudiando las técnicas narrativas y he descubierto que el Poder las domina como nadie. El mirofajo no fue una aparición que me inspirara de pronto, sino una presencia permanente, que percibo en todo lo que me rodea. Inquietante, sí. Da un poco de miedo, pero lo controlo con la lectura.

-Érase una vez... ¿Cuál es su cuento favorito?

-Sin duda alguna, "El traje nuevo del emperador", de Andersen. Debería ser de lectura obligatoria en todas las escuelas.

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