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El buen crítico

En recuerdo de Carlos Gómez Amat, uno de los grandes entendidos musicales de España

El buen crítico

La pasada semana fue especialmente terrible para el mundo de la música española. Con poco tiempo de diferencia fallecieron el director de orquesta Miguel Roa y el crítico y divulgador musical Carlos Gómez Amat.

Decano de los críticos musicales de nuestro país, con la muerte de Gómez Amat se cierra un periodo fructífero de la crítica musical en la prensa escrita, en el que coincidieron nombres como Antonio Iglesias y Antonio Fernández Cid en "ABC", Enrique Franco en "El País" o Carlos Gómez Amat en "El Mundo". Cada uno con sus sensibilidades y formas de "ver y oír" la música complementarias, conformaron un poliedro que permitirá a los investigadores del futuro trazar con pulso certero la vida musical española de las últimas décadas: un periodo en el que la música clásica tenía un peso cultural que hoy la prensa escrita le ha negado, condenando su vida diaria a breves reseñas en la sección de cultura y a críticas menores en página par, a no ser que pase alguna eventualidad que merezca la atención del responsable de turno.

Se dolía Carlos Gómez Amat, precisamente, de la ignorancia, que consideraba "general entre personajes públicos y medios de comunicación". Según su sobrino Joaquín Turina, lo llevaba con "santa indignación". Y es que, precisamente, esta generación de críticos sumaba diversos valores a su quehacer cotidiano, pero el principal de ellos es que sabía "contar" muy bien la música, ese oficio casi imposible de expresar en palabras el torbellino sensitivo que encierra una interpretación determinada y que va más allá de la mera ejecución técnica de una obra concreta. O sea, que sabían escribir y divulgar sus conocimientos. Demasiadas veces se leen críticas en las cuales no se atisba más que un ejercicio de soberbia por parte de quien las firma. Una hueca exhibición de supuestos conocimientos técnicos, algunos muy enciclopédicos, pero que poco aclaran al lector. Muchas veces esas reflexiones tienen el poder de transformar en un ladrillo hermosas veladas musicales. Cuando esto sucede, a poco que rasquemos lo que se atisba es la falta de capacidad narrativa de quien firma esas soflamas para inflar el ego y enmascarar carencias discursivas. No digamos nada aquellos a quienes los intérpretes denominan "críticos-músicos frustrados". Esta especie se distingue a distancia, como el olor de una mofeta, porque a la mínima se ven en la obligación de explicar qué maravilla ellos hicieron con tal o cual obra en el pasado o procuran dar una clase magistral sobre aspectos técnicos para sentar cátedra. Al menos aquí tienen una función terapéutica: provocan auténticas carcajadas cuando los intérpretes leen esas sesudas apreciaciones a los dos días de celebrado el concierto. El maestro Muti tiene, al respecto, un saco de divertidas anécdotas que atesora como quien colecciona escorpiones disecados, que con su veneno poco pueden hacer porque están muertos.

¡Qué lejos de todo esto quedaba el trabajo sosegado de Gómez Amat y muchos de sus colegas! Duro cuando había que serlo, y generoso en la mayoría de sus apreciaciones. Irónico y socarrón, culto en condiciones y capaz de expresarse en un lenguaje diáfano, con la función divulgativa de la crítica actual en primer plano. Sabedor del camino que musicalmente aún nos queda por recorrer en España se afanaba en apoyar cada nuevo proyecto, cada nuevo músico, cada nuevo afán en un mundo siempre necesitado de ayudas. Tuve la suerte de coincidir con él en un buen número de conciertos en Madrid y en festivales. Sabía aconsejar a los que entonces empezábamos y hace un año hablé con él por última vez para comunicarle la concesión del Premio Lírico Campoamor por su labor como crítico. Estaba emocionado. La enfermedad le impidió viajar a Oviedo y en su lugar vino Joaquín Turina. Me emocionó oír su voz, la ilusión que le hizo el galardón y las palabras que me dijo. Nunca las olvidaré. Querido Carlos, me quedo con la frase de otro buen amigo en común, el compositor Cristóbal Halffter: "Que no se pierda su recuerdo, entrañable y vivo, que siga presente por muchas generaciones".

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