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Jorge Flórez y aquello que hace ser a lo que no es

La creación escultórica a partir de una imaginativa visualización y apropiación de fábricas de hormigón

Jorge Flórez y aquello que hace ser a lo que no es

La condición intensamente objetual y el extremo reduccionismo formal y cromático de la obra, junto a su diferente relación o diálogo tanto con el espectador como con el espacio, y ninguna con la naturaleza, fueron elementos característicos de la ruptura con las tendencias del arte constructivo, y del arte concreto, de lo que se iba a llamar minimalismo. Quería ser un arte sin discurso, exclusivamente reducido a forma y volumen, su materialidad, su fisicidad, de "primary structures". Nunca mejor dicho que con las palabras de Frank Stella: "Lo que hay es lo que ves". Sin más.

Sin embargo, como intento de redefinición crítica de la escultura aunque no así en otros aspectos, no tuvo mucho éxito porque pronto fue objeto de numerosas y diferentes interpretaciones, afortunadamente heterodoxas, que con la fácil salida por los cerros de Úbeda fueron llamadas posminimalismos. Una de ellas, de acusada personalidad y atractivo estético y conceptual, es la que plantea la obra de Jorge Flórez, un escultor nacido en Gijón en 1984 que luego se formó artísticamente en el País Vasco y ahora vive y trabaja en un taller por el Sueve, inmediaciones de Villaviciosa. La escultura de Jorge Flórez sí tiene discurso, y frente a la definición de Stella, recurre a Aristóteles, cuando definió el acto creativo como "aquello que es lo que hace ser a lo que es", que no está lejos del "hacer visible" de Paul Klee.

En el 2013, nos trajo Jorge Flórez una exposición de bellísima geometría en notable diversidad de diseños, subrayados tanto por la depuración formal como por la seducción cromática. Ahora, tres años después, el artista ha optado por una familia de formas escultóricas de mayor austeridad, radical reducción en el color, blanco, negro y gris, la decidida apuesta por una elegante esencialidad y claridad en líneas, volúmenes y superficies. La exposición adquiere a partir de esos valores sutileza y levedad, una especial intensidad estética y emocional que incide en la unidad de la obra y en la contemplación, a lo que sin duda ha sido sensible Guillermina Caicoya, hasta el punto de sentir la necesidad de cambiar el suelo cerámico por una impecable moqueta gris oscuro que dialoga admirablemente con las piezas.

Pero el mayor interés de la exposición reside en una nueva línea de trabajo del artista en la que adquiere el mejor sentido la anterior cita aristotélica. Jorge Flórez encuentra renovadoras motivaciones y soluciones para su creación plástica en la visualización (aquí el término resulta bien adecuado: "hacer visible lo que no lo es a simple vista" - "representación mental de nociones abstractas) e imaginativa apropiación de volúmenes, módulos de formas estándar, preformados y prefabricados, apilados como piezas funcionales para la construcción, "?presencias ajenas a los contextos de valor que permanecen en nuestro entorno, inertes?" Por un proceso de asociaciones analógicas, las piezas se desplazan idealmente a los territorios del arte y lo que era inerte y pesante se vuelve ligero y oscilante, participando incluso de cierta ingravidez cinética, como sucede en la pieza de blancos volúmenes superpuestos de madera pintada que ilustra estas líneas.

Es un buen ejemplo de revaluación de la objetualidad de estructuras físicas para la construcción, en volúmenes y superficies alternativos. Pero toda la escultura participa de interesantes sugestiones plásticas, desde los magníficos grabados con madera y rejilla sobre papel hecho a mano, de referencia orgánica, a esa enigmática pieza gris situada sobre una repisa que nos atrae e intriga desde su inmóvil y delicada linealidad porque nos recuerda a algo conocido y cotidiano; pero no da pistas sobre esa utilidad incierta. Nos basta con la seducción que produce su armónica perfección geométrica al contemplarla, sabiendo que el arte no está para dar soluciones sino para dejar las cosas a medio camino y que el espectador recorra la otra mitad, es decir sentir aquello que es lo que hace ser a lo que es. Estamos ate la obra de uno de nuestros mejores escultores.

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