La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tinta fresca

Sombras del ayer

Deslumbrante regreso de Richard Price con la novela Los impunes

Sabemos de sobra cómo se las gasta el neoyorquino Richard Price cuando se decide a lanzar un trallazo literarios. Con nueve novelas a sus espaldas (entre ellas las espléndidas Clockers, Freedom, La vida fácil o su debut con solo 24 años con la historia de pandilleros The Wanderers) Price no se prodiga todo lo que sus lectores desearíamos pero lo comprendemos: sus labores como guionista (nominado al "Oscar" en 1986 por la película El color del dinero, autor también de Melodía de seducción, coguionista nada menos que de la memorable serie The Wire) le tienen muy atareado. Pero cuando se decide a volver a los ruedos de la novela, sale a hombros. Los impunes lo demuestra. En resumidas cuentas: Billy Graves es sargento de policía del turno de noche en Manhattan. Cruzó ya los 40 años. Buena edad para tener ambiciones domesticadas y riesgos bajo control. Le importa ser un buen profesional y estar a gusto con su familia. Nada más. Nada menos. Billy es uno de los pocos policías que siguen en el cuerpo veinte años después de las tormentas de violencia que se produjeron en Nueva York, cuando era el más joven de un división contra el crimen en el Bronx. Sin embargo, el contacto con sus ex compañeros se mantiene porque tienen algo en común: el recuerdo imborrable de un caso en el que el culpable no fue capturado. Un fracaso. Un remordimiento. Una herida sin curar. Una noche, Billy recibe un aviso inquietante: uno de aquellos criminales que quedaron impunes ha sido asesinado.

Y hasta aquí puedo leer.

El traductor Oscar Palmer (un diez a su trabajo: volcar a Price al español no es tarea precisamente), recuerda oportunamente una charla entre el escritor y David Simon (periodista y creador de The wire) en la que el primero desvela que su intención inicial era un thriller urbano puro y (muy) duro, pero le entró miedo a abordar un cambio de género tan drástico y se inventó un seudónimo: Harry Brandt, en homenaje a su primer agente, Carl Brandt, fallecido un año antes. El problema es que "sé vestirme con menos ropa, pero no sé escribir con menos palabras". Es decir, que sólo sabe y puede y escribir de una forma determinada y no se admiten corsés ni condiciones. Así que al thriller empezaron a salirle nuevos personajes, creció la complejidad, se dispararon los resortes de la narrativa madre in Price y las costuras de ese género saltaron por los aires. De pronto, las relaciones familiares adquirieron una importancia decisiva. Y "después de 41 años trabajando en esto, sólo sé escribir de una manera. De modo que el libro empezó a crecer, los personajes fueron ganando en complejidad y de repente me encontré escribiendo sobre relaciones familiares de una manera que nunca antes había abordado". Y "después de tanto trajín, resultó que había acabado escribiendo otra novela de Richard Price en la cual había invertido cuatro años, lo mismo que para mis otros ladrillos. Llegado este punto, me arrepiento de haber usado un seudónimo. Fue una estupidez pensar que podría convertirme en otra persona". Para fortuna de sus lectores, Price siempre será Price y Los impunes lo demuestra en cada página: una fusión entre documentación y ficción que hace de cada escena un momento de feroz autenticidad, humor negro irrumpiendo cuando menos te lo esperas, personajes laberínticos, diálogo veraz y nunca sobrante, y una habilidad abrumadora para conseguir que el lector llegue al final con el corazón en un puño. En fin, un novelón.

Compartir el artículo

stats