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Arte

Vetas, madera de escultores

La exposición trae el recuerdo de José María Navascués, quien mejor aprovechó para su obra los dibujos de la naturaleza en esa materia

Vetas, madera de escultores

Es de lo más recomendable la visita a esta exposición de escultura sobre madera que lleva el afortunado título de Vetas. Digo que es afortunado porque las vetas, esas a menudo fascinantes líneas que la naturaleza dibuja en la madera, son por color o por diseño todo un regalo estético para los escultores, que en ocasiones organizan su obra en función de ese filón orgánico que les ofrece la materia. Sobre esto es obligado recordar a José Marcía Navascués, a quien debería haberse dedicado la muestra, porque ningún escultor español supo artizar tan exquisitamente las vetas en la perfección formal de sus acabados y porque, además, es una máxima referencia nacional en la escultura de madera. La presente muestra reúne obra de Pablo Maojo, Adolfo Manzano, Vicente Pastor, Mª Jesús Rodríguez, Francisco Fernández y Luis Fega. Seis magníficos artistas con distinto grado de implicación en la escultura y los dos últimos versos sueltos de la disciplina.

En cualquier caso, dada la redefinición conceptual y formal de la escultura y la expansión de sus límites, incluida la invasión del espacio del espectador como objeto o como instalación, son de recibo todos los lenguajes abiertos. Hoy la escultura no es aquello con lo que uno se tropieza al alejarse para mirar una pintura, como dicen que decía Ad Reinhardt, hoy la escultura expandida en el espacio puede ser casi cualquier cosa.

Esta exposición, concebida y realizada por Ramón Isidoro, recibe al espectador con la obra, particularmente poderosa, de Pablo Maojo y de Vicente Pastor. Maojo es desde luego el más reconocido maestro de la escultura en madera en Asturias y entre los mejores del arte español. Resulta impresionante su gran tronco de roble, emblemática pieza de un artista que busca siempre su inspiración en la naturaleza, en este caso un gran volumen capaz de expresar belleza y fuerza telúrica por sí mismo, en este caso acrecentada su potencial energía con la expresiva y lírica tosquedad de la talla con motosierra del artista y el enriquecimiento de grafismos, cortes y grietas que cargan la pieza de connotaciones poéticas y simbólicas. En cuanto a Vicente Pastor, creo que su conjunto escultórico, piezas de diferente morfología y materias pero de impresionante unidad interna, es una de sus mejores creaciones. Obra de escultura y pintura absolutas por su riqueza existencial, que parte de la función expresiva otorgada a las materias naturales, su fuerza estructural e icónica y un rigor de ejecución sin concesiones, su estética aparentemente abrupta -incluyendo elementos de lo real como la estaca arrancada del suelo con cemento adherido a su base que, siendo de un orden diferente, resulta imprescindible en el conjunto- crea un tenso campo de fuerzas naturales como imágenes de lo primitivo y la eternidad del tiempo.

A Adolfo Manzano siempre le ha condicionado más la materia que el concepto en cuanto al sentido y la estética de su obra. De aglomerado en madera fueron construidos sus "aperos de labranza" de los primeros tiempos, madera y hierro cuando le llegó a la geometría y luego parafina, mármol, papel, luces o sombras, cuando la obra se hizo más austera, hermética y simbólica, de mayor sutileza y pureza y refinamiento formal, hasta una mayor variedad de materias en su última escultura, objetual, narrativa y metafórica. Ahora con su tejido de tablillas unidas con grapas crea una serpenteante forma escultórica coronada por el dibujo de un grajo que, si no fuera por su intención de ironía y juego, podría, en planitud ser minimalista. De Mª Jesús Rodríguez hay que decir que pocos artistas se muestran tan abiertos a investigar y trabajar con nuevas materias y proyecciones plásticas, después de tanto tiempo con sus maravillosos, etnográficos y minerales cartones. Presenta una variedad de formas escultóricas, desde las columnares, primera forma de construcción humana, de cierto sentido primitivo y totémico, y una serie de maderas más o menos encontradas y manipuladas, muy "vividas" en todo caso, en las que anidan insertados uno de los exquisitos dibujos de su microcosmos de flores y plantas.

A Francisco Fernández y Luis Fega les llamo versos sueltos porque la obra que presentan tiene la singularidad y la sugestión de reflejar su universo pictórico dentro de la libertad creativa que la escultura expandida les permite. La obra de Paco Fernández es la que mejor responde al concepto de instalación en la exposición, y ya antes ha puesto de manifiesto su capacidad para pictualizar los espacios, en busca de, con sus palabras, "la representación de una idea o quizá de un ideal", un arquetipo que siempre ha perseguido. Aquí un sereno díptico bicolor preside en la pared una marina objetual, conjunto de distintos elementos, soportes y materias: un ideal, un sueño de luz, color, mar y horizontes azules. En cuanto a Luis Fega, en las últimas exposiciones que le recuerdo ya se planteaba nuevos territorios plásticos que empezaron por introducir formas geométricas como elementos racionalizadores, en dialogo con sus característicos trazos gestuales de expresión directa. Luego le sedujo cierta ansiedad cubista y paralelamente la necesidad de proyectar su pintura hacia lo tridimensional y de eso viene esta interesante escultura de pared, medio paisaje y medio bodegón de cubismo sintético engarzado como homenaje a Juan Gris.

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