La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arte

La emocional cartografía de Antón Patiño

Tiene algo de autorretrato, algo de mural y algo de pintura de acción desde el neoexpresionismo y el primitivismo que le son propios

Antón Patiño, ante una de sus obras.

Se agradece que de vez en cuando la Capilla de la Trinidad del Museo Barjola sea también escenario para la representación de intervenciones artísticas tan genuinamente pictóricas como ésta que ha realizado Antón Patiño (Lugo, 1957), quizá en cierto modo al mismo tiempo reivindicación y homenaje a la pintura, o por lo menos eso cabría esperar de pintor tan entregado a ella a lo largo de su larga e importante trayectoria artística, en parte como medio de reclamar y consolidar la identidad cultural gallega, y la modernización de su arte, pero también la de la propia pintura como la más importante disciplina artística en tiempos equívocos en el universo del arte plástico, cuando la fundación del grupo Atlántica y exposiciones como "Por la pintura" y "Los años pintados", a partir de 1980, aquellos años decisivos y los más importantes para la pintura española en mucho tiempo. Son cosas estas que conviene agradecer y recordar de vez en cuando.

"Trazando mapas", titula esta intervención en el Barjola Antón Patiño, que ya el pasado año expuso en Gijón una muy atractiva muestra, "Laberintos líquidos", a propósito de la cual escribía el artista, que también es buen escritor y poeta, sobre senderos, mapas emocionales, caligrafía rítmica y armónica convulsión de formas, cosas que cito porque son aplicables a este también emocional mapa plástico, carta de personal y entrañada naturaleza pictórica, cartografía extendida a lo largo del frontal del altar de la Capilla y extendido luego como un sendero a lo largo del suelo, una sucesión de pinturas unidas como páginas de un relato.

Uno se siente inclinado a imaginar el entusiasmo y la esforzada felicidad con la que Antón Patiño debió llevar a cabo este trabajo, afanándose en contarnos cosas sobre su obra y sobre sí mismo, llenando tantos metros de pintura con lo más personal de su manera, sus formas, sus colores, sus gestos, signos y huellas, ritmos y recursos pictóricos, creando figuras o símbolos, escrituras iconográficas con motivos abstractos o figurativos, entre el neoexpresionismo y el primitivismo como le son propios y que tienen en sus doce metros de largo algo de pintura mural y algo del lenguaje directo de la pintura de acción cuyo efecto de espontaneidad no impide en todo caso gozar de sus calidades plásticas y de la sugestión del enérgico cromatismo y el potencial expresivo de unas imágenes que conversan admirablemente con la arquitectura del lugar. Otras cosas interesantes hay que ver en la exposición, especialmente la "Mirada vertical", una tela de 160x600 que pende sin bastidor a lo largo de la pared con escritura de signos en sintonía con la pieza principal, aunque en expresión más reducida y reiterada de esta personal cartografía o la obra objetual "Dados" integrada por cubos de metacrilato con inscripciones y un vídeo protagonizado por el artista en acción.

Compartir el artículo

stats