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Música

Cancelaciones

La tremenda exigencia de los circuitos artísticos lleva a algunos intérpretes al límite

Las cancelaciones repentinas son un clásico en cualquier ciclo artístico. Habitualmente se programa con años de antelación pero lógicamente los artistas enferman de igual modo que el resto de los mortales y esto lleva a que, de forma repentina, se tengan que modificar programas en curso, a veces con apenas horas de antelación como ha sucedido esta temporada en Oviedo y pasa en la práctica totalidad de auditorios y teatros. Digamos que estos sucesos sobrevenidos y provocados por una indisposición o por problemas ajenos, como pueden ser los de los transportes en giras a veces muy ajustadas, entran dentro de una cierta "normalidad" que hay que asumir con estoicismo.

Sin embargo, hay otro tipo de anulaciones que pasan más disimuladas, porque a los propios artistas, a sus agentes y a las discográficas, no les interesa que estén en el primer plano. Vienen derivadas de las fuertes presiones de los circuitos, de las altas expectativas que se generan y de la exigencia continua de asumir nuevos repertorios, cada vez más problemáticos y también más espectaculares de cara al gran público. Ya se sabe que a mayor virtuosismo, también aumenta el cachet de los intérpretes y se multiplica el interés mundial por tener a los mejores nombres en la mayor parte posible de recintos. La presión es, a veces, extrema, con giras integradas por decenas de conciertos sin apenas descanso y con la necesidad, además, de grabar y de mantener, a día de hoy, una imagen impecable y un dominio de redes sociales total para que el que prácticamente se acaba necesitando una gabinete de asesores. No todos están preparados para asumir estas exigencias y, por ejemplo, en el mundo del canto las carreras que se truncan a la primera de cambio son muchas más de las que se pudiera pensar a primera vista. Si un cantante alcanza notoriedad, rápidamente los mejores teatros quieren que afronte el repertorio más popular, el que llena las salas de inmediato. La prematura asunción de roles que precisan madurez y una evolución vocal más pausada, lleva a graves problemas que ni la técnica más refinada puede resolver. De este modo nos encontramos con cantantes que han finalizado su carrera y no han llegado a cumplir ni cuarenta años.

Otro perfil de cancelación es el caprichoso. Hay determinados divos cuya principal ocupación es cancelar. Cuando se afronta, por ejemplo, un proyecto con Krystian Zimerman hay que ser muy consciente que la probabilidad de que cancele es altísima. No es el único. Pianistas y cantantes reinan en este sector sin el menor pudor. Pero por mucho talento que se tenga este tipo de actitudes acaban proyectando una sombra sobre carreras muy consolidadas. Flota en este perfil de artistas una sensación de falta de compromiso y de seriedad con el público. No es justo confirmar un proyecto y, a última hora, decir que no sin causa justificada (aunque todos sabemos que siempre hay un amigo médico que justifique el tema para evitar cualquier tipo de repercusión legal). Afortunadamente, una de las ventajas de internet es que ha desenmascarado a algunos que aprovechaban para cancelar un compromiso cerrado si les surgía otro de mayor interés o mejor pagado en las mismas fechas, pese a tener un contrato firmado. Hoy en día ya se cuidan mucho de solapar actuaciones porque las redes sociales todo lo muestran y no es fácil ahí salir con holgura y dignidad del entuerto. Sin duda, una carrera en la élite tiene mucho a favor en cuanto a repercusión y ganancias. A la vez se pide mucho de la artista y ahí es donde se puede apreciar si, de verdad, está preparado para asumir el reto con la dignidad requerida y con el horizonte está en el respeto al público que sabe asumir una mala noche pero que difícilmente aceptará una tomadura de pelo.

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