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Tinta fresca

El hermoso placer de la palabra

Nosotros en la noche, una novela corta que no se borra de la memoria

Y entonces llegó el día en que Addie Moore pasó a visitar a Louis Waters. Fue un atardecer de mayo justo antes de que oscureciera.

El diagnóstico fue demoledor. Y el escritor norteamericano Kent Haruf, sabedor de que sus horas estaban contadas, tomó una decisión final: escribir una última novela. Una obra que no fuera un testamento sombrío sino un canto agridulce a la vida. A los placeres que se pueden disfrutar cada día. Al amor real y sin imposturas que no teme a las habladurías. Un texto que no estuviera intimidado por la vejez. Todo lo contrario: bienvenida la sabiduría y los sentimientos al fin libres. Lo tituló Nosotros en la noche. Haruf empezó su cuenta atrás en abril de 2014. En noviembre, murió. Tenía 71 años. No había tiempo para extenderse demasiado. No hacía falta tampoco porque cada línea expresa lo que muchas novelas no consiguen en cientos de páginas. Una historia corta de larguísimo recorrido que se grapa a la memoria.

El punto de partida no puede ser más sencillo: las charlas que tenía con su esposa Cathy en la intimidad. El maravilloso encanto de la palabra. El placer insuperable de la conversación. Cara a cara: dos personas en el tramo final de sus vidas que aprovechan cada instante para hablar. Además, Haruf mantenía una doble vía de comunicación pues le escribía cartas a su mujer. Como ésta: "11 de junio de 2014. Estoy cerca de las últimas escenas del primer borrador de este nuevo libro. Y entonces toca empezar a reescribir. Esta escritura desordenada no se parece en nada a lo que había hecho hasta ahora; aquí, como en todo lo demás, tú me has ayudado y animado. Nadie me ha animado tanto como tú, y te estoy verdaderamente agradecido por eso. Mi querida esposa".

Cuenta Cathy Haruf que "Kent sabía que se iba a morir, estaba inquieto, quería hacer algo, no tenía dolores pero estaba conectado con oxígeno las veinticuatro horas del día. Decidió encerrarse en la cabaña donde escribía para intentar crear una historia corta. Al día siguiente, dijo: 'Voy a escribir un libro sobre nosotros'. Así que se trasladó a su cabaña y empezó a escribir. No me contó nada acerca de la historia: nunca compartía sus ideas con nadie antes de escribirlas; solía leerme cada capítulo a medida que los terminaba. Me dijo que no iba a leerme nada hasta que hubiera acabado el manuscrito. El 1 de mayo, sorprendentemente, me dijo: 'Acabo de escribir el primer capítulo de esta novela'. Cuando Kent me dio el manuscrito para pasarlo al ordenador, aquella fue la primera vez que lo leí, y descubrí que iba sobre dos personas de edad avanzada que hablan todo el tiempo; justamente lo que Kent y yo habíamos estado haciendo los últimos veintitrés años. En la cama, entrelazábamos las manos y hablábamos de lo que nos había sucedido durante el día y de cualquier otra cosa que nos viniera a la mente: la muerte, los amigos, los hijos, mi trabajo en el hospital de cuidados paliativos, su escritura? Este era su momento preferido del día". En la novela, Louis Waters y Addie Moore son vecinos y viudos. Ella, harta de soledad, va a verle con una proposición inesperada: "Me preguntaba si vendrías a pasar las noches conmigo. Y hablar...". Escuchemos.

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