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Con llingua propia

Topografía del alma

El paisaxe nuestru, las historias de las que se nutre Vanessa Gutiérrez

"Hacia el lugar de partida / vuelve mi fe malherida", cantaba el malogrado poeta Alberto Vega en Estudio melódico del grito. Alberto Vega era de Langreo y tenía, como tenemos todos, un lugar de partida, que en su poesía teñida de hopperiano desencanto alcanzaba a significar algo. Vanessa Gutiérrez (Urbiés, Mieres, 1980), que tiene su lugar de partida a medio camino entre las cuencas del Nalón y del Caudal, es una de las voces más singulares y destacadas de la joven literatura asturiana, lo que ha demostrado con poemarios como La danza de la yedra y obras en prosa como La cama, pero sin duda El paisaxe nuestru se emparenta con El país del silenciu, escrito en colaboración con la periodista Beatriz R. Viado y que parecía responder a la idea que Erri de Luca mostraba en El día de la felicidad sobre cómo recoger testimonios: "Las historias son aguas que van a parar al fondo de la cuesta. Un hombre es una cuenca de recepción de historias: cuanto más al fondo esté, más recibe".

En El paisaxe nuestru Vanessa Gutiérrez, además de seguir siendo una "cuenca de recepción de historias", hace un ejercicio de intertextualidad interrelacionándolas con la obra de José María Jove y Canella (Oviedo, 1887 - San Martín del Rey Aurelio, 1931), sobrino médico del egregio Fermín Canella, quien desarrolló casi toda su carrera profesional entre los obreros de la cuenca del Nalón y de cuyos concejos escribió las Topografías médicas (San Martín del Rey Aurelio, Langreo y Laviana) que a la autora de El paisaxe nuestru le sirven para relacionar las historias propias, oídas, recogidas o heredadas, con las que aquel curioso médico había observado en la década de los años veinte en los mismos lugares que componen ese paisaje propio. Algo que ella explica: "como una cara B d'esti discu coral que compón la xente que nos arrodia nesi paisaxe nuestru ensin comparanza -vides de les que se nutre esta narración-, ye de xusticia facer lo que nunca se fai y muncho menos nos empiezos: enseñar les tripes de la obra y dexar depués que sía ella la que fluya a poco y a poco. Confesar que'l xénesis ta nel ciento de cuentos colos que me crié. Histories nes que nunca sabes ónde acaba l'anécdota y ónde empieza la fábula". Y continúa aclarándole al lector que el libro hay una serie de elementos igualatorios, hasta cierto punto universales, que permiten convertir estas historias de las cuencas asturianas en historias de cualquier lugar: "¿Qué pueblu del mundo, en mayor o menor midida, nun tuvo a lo llargo del sieglu pasáu dalgún tipu de conflicto bélicu? ¿Cuálu, en mayor o menor midida, nun tuvo formáu por una población eminentemente rural y más tarde padeció les consecuencies d'una industrialización afamiada de mano d'obra barato? ¿Qué ser humanu nun conoció l'amor y el desamor; quién nun lloró o rió con ganes dalguna vez? La historia de los míos ye la historia de los otros. Por eso equí la trampa y el cartón tán en volver tolos testimonios anónimos, facilitando inda más la identificación universal y intemporal".

El órdago es de categoría, pero Vanessa Gutiérrez lo soluciona con solvencia y sale bien parada.

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