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Libros

Les presento a Perelman

Los mejores relatos de humor del que fuera guionista, entre otros, de los Hermanos Marx

Paradoja: a la gente le gusta reír, y las personas graciosas con gracia y que caigan en gracia se ven disputadas para contar con su presencia en una distendida reunión social; sin embargo, la literatura que hace reír tuerce el gesto al culto, le parece una simpleza al simple y, como norma, se tiene por subgénero menor. Qué chispa la de Jardiel Poncela, qué divertido Fernández Flórez, qué bien Eduardo Mendoza (pero, si no hubiese escrito La ciudad de los prodigios o el Savolta, a ver quién lo defendía). Aunque vengamos todos de la ironía finísima de Cervantes y del sarcasmo impúdico de Quevedo eso del humor literario está infravalorado. Allá cada cual.

Ejemplifico con la literatura española para entendernos, del mismo modo que para quien les voy a presentar hoy aquí no hay casi otros ejemplos que los autores anglos. Es Sidney Joseph Perelman, que vivió entre 1904 y 1979, dio varias veces la vuelta al mundo huyendo de sus frecuentes y no cortas depresiones, y quizá solo sea conocido por la mayoría (si alguien lo conoce, qué sé yo) como oscarizado guionista de, precisamente, La vuelta al mundo en 80 días. A los más frikis de las historietas también les sonará, pues como viñetista comenzó. A los friquis de los Hermanos Marx, también, por los guiones de Plumas de caballo y Pistoleros de agua dulce, si bien Groucho y él no acabaron a besos: "Desde el momento en que cogí el libro hasta que lo dejé, me invadió una risa incontenible. Algún día tengo la intención de leerlo", escribió el Marx mayor como promoción del Perelman que prefería "ser encadenado al remo de una galera y flagelado a intervalos de diez minutos hasta chorrear sangre que volver a trabajar con esos hijos de puta". En nuestro país, empero, no encuentro a muchos (ni a pocos) fervorosos seguidores de quien cumpliera cientos de veces en las páginas del tan prestigioso "New Yorker" como autor humorístico. Ojalá se cree un club de fans suyo en nuestro país gracias a esta antología de 42 relatos, prologada con palabras muy de elogioso compromiso ("delirante inventiva, erudita habilidad narrativa y deslumbrantes y originales diálogos") por Woody A llen e introducida con excelente tino por Didac Aparicio. Porque Perelman es un descacharrante fuera de serie.

Quiso Perelman ser médico, pero acabó siguiendo o parodiando a sus queridos Conrad o Joyce, a la literatura de quiosco barata (o sea, a las revistas "pulp") y a los anuncios o noticias extravagantes que recopilaba de sus lecturas de lo más tirado. Todo fuere por llevar el absurdo hasta sus últimas consecuencias, forzando al máximo, buscando la carcajada pasito a pasito, no en vano le costaba un mundo escribir exactamente lo que quería escribir. Exactamente, digo: "La obligacion principal es entretenerse a uno mismo", y su gusto para entretenerse era tan trabajado como su apariencia dandi o sus míticos cabreos o su habitual timidez en público o los títulos de sus relatos: "No me traigan Oscars (que lo que necesito son zapatos", "¡Sea un pardillo! ¡Tire usted la pasta!" o "Paracaidista de mi corazón, dime una cosa: ¿eres hombre o ratón?". O ese singular ejercicio de anáfora interpretativa que es "De repente, una pistola".

Era muy consciente Perelman de su lugar: "Para mí, la escala carece de importancia. En mi opinión, el muralista no es más válido que el pintor de miniaturas. En este país enorme donde el tamaño lo es todo, me conformo con dar puntadas en mi bastidor de bordar. Creo que la forma en que trabajo puede tener su propia distinción". Ríanse con él después de haber sido presentados.

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