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La vigencia de Marx (sin ismos)

El interés creciente por un inmenso legado

La conmemoración del bicentenario del nacimiento de Karl Marx es, sin duda, una propicia ocasión para revisitar su figura y su pensamiento y tratar de establecer si su obra es ya solamente carne de las historias de la filosofía, la economía, la historiografía y las ciencias sociales o si todavía sus propuestas tienen cierta vigencia en los momentos actuales en que parece cada vez más claro que estamos ante un imparable cambio de época. Me refiero a una vigencia entendida como algo que supere la que pueda tener el pensamiento de un clásico, esto es, que no sólo nos interpele hoy o nos oriente sobre nuestros problemas actuales, sino que vaya más allá y en sus planteamientos se encuentren todavía elementos pertinentes y útiles para poder entender y transformar el mundo en que vivimos, como pretendió hacer Marx.

Desde las posiciones ideológicas de la derecha y del pensamiento neoliberal es claro que el pensamiento marxiano, como el de los marxismos posteriores, es rechazado no solo por sus supuestos errores teóricos, sino también por las negativas consecuencias que para sus intereses y para sus valores causaron (además de la víctimas que originaron) los regímenes marxistas que se derivaron de las premisas del pensamiento marxiano. Marx no es para ellos, pues, sólo un clásico negativo, sino el creador de un pensamiento radicalmente equivocado e inaceptable.

Los que participan de esa perspectiva ideológica y política -la del pensamiento de derecha y liberal- entienden, sin duda, que el hundimiento y final del Imperio soviético, ha sido la demostración inapelable de la falsedad e inconsistencia de los planteamientos teóricos del pensamiento de Marx. Pero también defienden además que ese trascendental colapso histórico no es sino también la prueba definitiva de que el capitalismo es el sistema económico idóneo para el desarrollo de la Humanidad. Desde luego, esos argumentos no sólo no distinguen entre el pensamiento de Marx (quien, por cierto, siempre mantuvo que él nunca había sido marxista), y el de los marxismos posteriores, sobre todo, el de la vulgata que se desarrolló y difundió como un catecismo entre la población de la Unión soviética. Sino que también, con gran incongruencia lógica, coligen que la inviabilidad del sistema soviético es a la vez la prueba de las bondades teóricas y prácticas del sistema capitalista.

Sin embargo, la realidad es que ante nuestros ojos se está desarrollando una gran paradoja, aunque sólo sea aparente. El final "del socialismo realmente existente" está originando, en cambio, un interés creciente por el pensamiento marxiano. Interés que está ligado, sin duda, a los efectos negativos de empobrecimiento y desigualdad social que en las clases populares y medias está causando la Gran Recesión, una más de las crisis económicas (en este caso, la más profunda, con la del 29, que ha sufrido el capitalismo) que Marx dedujo que necesariamente iría desencadenando en su desarrollo el sistema capitalista.

Sin duda, el pensamiento marxiano es hijo de su tiempo y la concepción de Marx de la filosofía, la economía y la historia adolece de limitaciones y debilidades, inexactitudes y hasta de errores y no es posible hoy validarlo en su unidad como ciencia en sentido estricto. Pero presenta y desarrolla un conjunto de intuiciones, conceptos, categorías y teorías que siguen teniendo validez hoy como instrumentos para el análisis científico de la economía, la historia, la filosofía y otras ciencias sociales. Y de hecho ese repertorio sigue siendo utilizado actualmente por muchos historiadores, científicos sociales, filósofos y economistas en sus planteamientos.

Y si hay que destacar por su vigencia ciertos elementos de su pensamiento, estos son, sin duda, los que constituyen su análisis crítico del capitalismo realmente existente de su tiempo que excluía del bienestar social a una gran parte de la sociedad. Esos elementos explicativos pueden seguir siendo utilizados todavía hoy para describir y analizar también algunos de los rasgos fundamentales de la actual forma del capitalismo globalizado financiero que padecemos. Entre otros, la consideración de las crisis económicas como un elemento sistémico del desarrollo del capitalismo, la explotación económica de los de abajo y la lucha de clases consecuente, aunque ahora sea ésta más plural y compleja al incorporar una variedad de sujetos y demandas. O la tendencia inexorable a la expansión mundial del sistema a través del comercio y las finanzas. Análisis este último, por cierto, que hace de Marx uno de los primeros teóricos del proceso de la globalización económica actual. O, en el marco de su teoría de las ideologías, el efecto alienador, cosificador que este sistema económico genera, y sigue aún hoy generando, sobre las personas para conseguir la reproducción y la aceptación del sistema.

Pero del pensamiento marxiano hay que rescatar hoy también su componente ético. Su consideración de la igualdad como uno de los valores supremos del hombre, su crítica a la exclusión de la riqueza social de una gran parte de la población que origina el capitalismo y su propuesta de emancipación de los desposeídos a través de la lucha social y política.

En fin, lo cierto es que, aunque son muchos los que desean ver a Marx encerrado en el arcón de la historia para siempre, es paradójicamente el propio capitalismo en su despliegue continúo de riqueza concentrada en unos pocos y de desigualdad y pobreza para muchos quien nos lo hace recordar de continuo.

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