Leer desde el principio

Emmanuel Carrère analiza en "V13" el largo proceso histórico que derivó en la mutación patológica del Islam que aterrorizó París en 2015

Carrère, en Gijón, en octubre de 2021, durante la Semana de los Premios.

Carrère, en Gijón, en octubre de 2021, durante la Semana de los Premios. / LNE

Jaime Priede

Tras la experiencia introspectiva de "Yoga", premiado en la FIL de Guadalajara y poco antes de recibir el "Princesa de Asturias" de las Letras 2021, Emmanuel Carrère le escribió al jefe de Cultura de "Le Nouvel Observateur" diciéndole que le apetecía de nuevo escribir reportajes. En los años noventa había escrito ya crónicas judiciales cubriendo para el mismo medio el proceso contra Jean-Claude Romand, un falso médico que simuló durante décadas llevar una vida ajena a su realidad y terminó asesinando a su familia. Aquellas crónicas fueron el punto de partida de su novela "El adversario", por lo que la propuesta de cubrir semanalmente un juicio histórico como el de los atentados en la sala Bataclán y las terrazas de París el viernes 13 de noviembre de 2015 resultaba coherente con sus inquietudes y trayectoria narrativa.

"V13" pivota sobre dos comentarios que pasaron desapercibidos durante el juicio, pero que a buen seguro figuran con un asterisco en los cuadernos de notas de Carrère. El primero de ellos lo hace Salah Abdeslam, uno de los colaboradores principales del comando terrorista: "Todo lo que ustedes dicen sobre nosotros, los yihadistas, es como si leyeran la última página de un libro. Lo que habría que hacer es leer el libro desde el principio". El otro comentario lo enunció uno de los supervivientes del Bataclán, Pierre Sylvain: "Espero que lo que nos ha sucedido llegue a ser un relato colectivo". Escribir ese relato y leer el libro desde el principio son dos ambiciones inmensas, fuera del alcance de una sola persona, sin duda, pero Carrère se marca ese reto, acude durante nueve meses, entre septiembre de 2021 y junio de 2022, al Palacio de Justicia de París con la intención de comprender, comprender la personalidad de los culpables, escudriñar sus vidas para detectar el punto del desgarrón, el punto misterioso en el que se desviaron hacia la mentira o el crimen. Los testimonios civiles trastornan, devastan anímicamente, por ello no es fácil evitar la postura contraria, defendida por el entonces primer ministro, Manuel Valls: "Comprender ya es disculpar". Carrère no está de acuerdo con su primer ministro y se apoya en el gran precepto de Spinoza: no juzgar, no deplorar, no indignarse, únicamente comprender. Ese fue el hilo de escritura en "El adversario", "De vidas ajenas" y "Limonov", cuando se trata de experiencias ajenas, o en "El Reino" y en "Yoga" cuando se trata de la propia. Al fin y al cabo, se trata en ambos casos de la experiencia humana, pero hay que hacer un verdadero esfuerzo para interesarse por los demás, sobre todo cuando se trata de tipos como Jean Claude Romand, Limonov o los terroristas de París, como individuos singulares y hacerlo, además, en un juicio de repercusión mundial que tiene la desmesurada ambición de desplegar, durante nueve meses, desde todos los ángulos, desde el punto de vista de todos los actores, lo que aconteció aquella noche del viernes 13 de noviembre de 2015.

Para abarcar tanta materia, la arquitectura del juicio se divide en capítulos, como una novela: personalidad, radicalización, Siria, preparativos de los atentados, consumación, huidas, etcétera, en una lógica de "ellos y nosotros" en estado puro. Nosotros, los demócratas apacibles, personas decentes sobre las cuales el juicio actúa, en palabras de Carrère, como una poderosa máquina de fabricar comunidad, lazos, identificación. Enfrente, ellos. Ellos, que no se nos parecen, a los que no conocemos, a los que no comprendemos. Con arreglo a la propia arquitectura del juicio, Carrère decide estructurar el libro en tres partes: las víctimas, los acusados y el tribunal.

En la primera parte, a través de los testimonios civiles, registra una cronología de la matanza y de los recorridos de los supervivientes. Las declaraciones nos dejan pasmados por la crudeza y el infierno vivido por esos jóvenes en la sala Bataclán y en las terrazas de París una tarde de viernes con buen tiempo en la que se saborea el fin de semana. Y Carrère incluye otra nota que pasará desapercibida en el sumario, la declaración de Patrick Jardin. Si bien la civilización consiste en aprender a reemplazar la ley del talión por el derecho, la venganza por la justicia, hay que reconocer que el furor arcaico que debemos aprender a superar existe, y existe porque somos humanos. Es de admirar el discurso unánime y virtuoso por parte de las víctimas de "no recibiréis mi odio", pero quizá acallan demasiado deprisa el Patrick Jardin que todos llevamos dentro y que al menos se escucha una vez en el estrado con su voz afligida y contraria al perdón, la única entre doscientas cincuenta personas que mataría allí mismo a los responsables: "Dicen que soy de extrema derecha, y puede que lo sea, no lo sé; pero, incluso si soy de extrema derecha, ¿acaso mi hija está menos muerta?".

En la segunda parte, tras los relatos atroces y desgarradores de doscientas cincuenta personas, es el turno de los catorce hombres en chándal que tras el reflejo del cristal se miran las zapatillas deportivas a la espera de que todo pase. "No hemos salido del vientre de nuestra madre con un kaláshnikov", dice uno de ellos, que pregunta si también darían la palabra a los que sufrieron los bombardeos en Irak y en Siria a partir de 2014 por parte de una coalición internacional de la que Francia formaba parte. Carrére asume el esfuerzo de leer el libro desde el principio y analizar el largo proceso histórico que ha derivado en esa mutación patológica del Islam. Es esencial para él distinguir entre la persona y el acto, como ha demostrado en toda su trayectoria literaria.

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V13. Crónica judicial

Emmanuel Carrère

Anagrama, 264 páginas, 20,90 euros

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