Elias ante Franz

La inteligencia preclara de Ricardo Piglia lo ha expresado con inusitada fuerza. La forma en verdad moderna de la autobiografía reside en el ejercicio de la crítica. El motivo de semejante afirmación se sustenta en el hecho de que, mientras uno cree estar explicando sus lecturas, en realidad lo que hace es redactar su vida. La intuición del maestro argentino encaja como un guante en la atención que Elias Canetti prestó a la obra de Franz Kafka. "Sobre Kafka", el magnífico volumen que Galaxia Gutenberg dedica a la relación entre el gigante y su discípulo, permite así una mirada fecunda al diálogo que durante casi medio siglo, desde 1946, fecha del primer apunte, hasta 1994, año de la muerte de Canetti, discurrió entre el creador de "El proceso" y el creador de "Masa y poder".

Ya las fechas resultan indicativas, transparentes, elocuentes. Canetti dedicó su escrutinio a Kafka durante cuarenta y ocho años; es decir, durante más tiempo del que Kafka vivió. Una huella tal sólo se puede asumir desde una instancia mucho más poderosa que la estima intelectual. Cuando Canetti abre a Kafka en canal, el cadáver ilumina al patólogo con la rotundidad de un espejo. Leyendo a Kafka, Canetti se cuenta a sí mismo y sitúa su peripecia, una de las más seductoras del pasado siglo, en la estela de las afinidades electivas, las obsesiones compartidas, los motivos fulgurantes y, a la vez, imperecederos que nos invaden como parásitos irrevocables, hasta el punto de que al final de nuestros días, cuando la luz se apague, ya no sabremos dónde empezaba la propia obra y dónde lo hacía la de los interlocutores de privilegio, los padres luminosos u oscuros.

El libro nace como una lectura sobre lo ajeno que se troca en una meditación acerca de lo propio

Conocida la tesis que Canetti mantiene en "El otro proceso", su célebre ensayo sobre las cartas de Kafka a Felice Bauer (esto es: que "El proceso" no es otra cosa que la decantación novelada de las peripecias del compromiso matrimonial entre el escritor y su novia durante cinco años), el volumen se enriquece con el acopio de todo el material fragmentario que Canetti fue recopilando en torno a Kafka a lo largo de casi medio siglo de pesquisas y merodeos. Mientras recorremos ese camino, asistimos a la vez a un segundo proceso en paralelo, el que Canetti desvela en torno a su figura, a sus motivos literarios, a su estatura como creador, a su vida sentimental, a su forcejeo con la vanidad y el rencor, hermanos de leche de todo escritor. Comparecen así asuntos como el amor a las mujeres, la vulnerabilidad del pensador ante su época, las expectativas del fracaso y del talento o la república de las letras, esa patria ajena al espacio y a las banderas que generan los libros. El resultado es una obra que, asumiendo la advertencia de Piglia, nace como una lectura sobre lo ajeno para convertirse en una meditación acerca de lo propio. Una indagación exultante, a menudo desgarradora, sin duda indispensable para comprender de qué hablamos cuando hablamos de literatura.

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