Música

Una oportunidad para la zarzuela

El reconocimiento del Gobierno al género llega en un momento crítico

La zarzuela «Adiós a la bohemia».

La zarzuela «Adiós a la bohemia». / LNE

Cosme Marina

El pasado 30 de enero el Consejo de Ministros aprobó la declaración de la zarzuela como "Manifestación representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial" mediante un Real Decreto que debería ser un punto de inflexión en cuanto a su protección en el país que la vio nacer, máxime siendo uno de nuestros escasos elementos patrimoniales genuinos.

Tardaron las autoridades en otorgar este reconocimiento que llega en un momento crítico para el género. De ahí su importancia. Comentaba la pasada semana en Oviedo el director de escena Ignacio García que la biodiversidad lírica internacional sería menos rica si determinadas zarzuelas dejasen de representarse. Y esto es lo que está ocurriendo en la actualidad. El canon de títulos que suben a los escenarios es una parte ínfima de la producción total, y esto hace que las constantes reiteraciones de obras acaben dejando en los archivos otras que merecen, sin duda, vida en los teatros.

El decreto gubernamental está muy bien, pero si no se actúa con determinación desde el Ministerio de Cultura puede quedar todo en papel mojado. La responsabilidad pública en el ámbito de la zarzuela es imprescindible. De poco sirven las declaraciones rimbombantes si el Ministerio no mueve ficha con un verdadero plan nacional de apoyo a la lírica española. El trabajo del teatro de La Zarzuela de Madrid es magnífico. Su labor de protección del patrimonio es un ejemplo y un orgullo para todos, pero no es suficiente. En el conjunto del estado se precisa de una actuación coordinada y estable en el tiempo que sólo desde el gobierno central se puede articular.

No es necesario inventar nada. En Francia, ya hace unas cuantas décadas se ha implementado un muy riguroso plan de apoyo a la lírica francesa que está vigente en todo el territorio. La mayoría de los teatros líricos están adscritos al mismo, independientemente de que su titularidad sea municipal o regional. El secreto es muy sencillo. Para recibir ayudas importantes por parte del Ministerio deben programar ópera y opereta francesa y, además, se estimula la colaboración en red, las coproducciones. Algo que en España es todavía bastante raro.

Este empuje sería decisivo para ensanchar el número de títulos que se presenta cada temporada y, además, debe conseguir que la zarzuela forme parte equilibrada de las programaciones líricas; no como un mero pretexto que se liquida, como para cumplir una cuota, de cualquier manera y con una obra anual todo lo más. Es un verdadero escándalo constatar cómo teatros líricos que reciben sustanciosas subvenciones públicas no tienen ni el menor compromiso con el patrimonio nacional. Los dineros de los impuestos se van en grandes producciones de ópera italiana y alemana fundamentalmente, mientras que no se percibe el menor interés por la ópera española o la zarzuela y cuando se hace algún estreno, siempre se busca una sala menor y se gastan las migajas del presupuesto de una institución determinada. Esta desidia debiera ceder ante una legislación que ha de ser muy proactiva en este ámbito. No se entiende esa apuesta firme por el cine español y otros ámbitos artísticos nacionales mientras que la zarzuela se deja morir poco a poco por falta de apoyo. Curiosamente las funciones siempre están llenas, lo cual es indicativo de que sí que interesa al público que tiene menos prejuicios que algunos programadores acomplejados ante un patrimonio que desconocen y, quizá por ello, desprecian.

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