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Asuntos de la vida

Elegante, observador y detallista, James Salter recrea los recuerdos de sus viajes en una colección hasta ahora inédita de crónicas

James Salter

James Salter / Ilustración: Pablo García

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

La verdad de un libro de viajes está en la interiorización de sus paisajes. James Salter parece entenderlo en esta colección de reportajes y crónicas cuando pasa la mayor parte del tiempo describiendo matices de luz y estados de ánimo. En una visita a los Hamptons, esquiando en los Alpes, en el Tirol, o en una vuelta en bicicleta por Japón, todos ellos se fijan en la retina lectora como la postal literaria de un impresionista. No solo aquellos que provienen de la cosecha particular, también cuando cita páginas ajenas que "revuelven la sangre", lugares que uno ama sin haberlos visto, únicamente por lo que otros han escrito sobre ellos. Es el caso de Cyril Connolly sobre Francia: "Trasegando los largos y negros tramos de la Nationale Sept mientras los plátanos hacen cha-cha-cha por la ventana abierta y el parabrisas amarillea por culpa de los mosquitos aplastados, ella a mi lado con la guía Michelin, un pañuelo le sujeta el pelo…". Algunos textos de "En otros lugares" se leen como si fueran poemas en prosa. Salter describe el cambio de estaciones en Colorado y el torbellino de la vida en el París de la posguerra. En los reportajes literarios sobre Francia, la mayoría del libro, las mejores piezas invitan a que cualquier lector se apropie de los recuerdos. También en Inglaterra. Un baño caliente, media botella de vino y un pastel de pollo en el pub del final de la calle le parecen un lujo inolvidable, como escribe en un artículo sobre una caminata por los Downs, acostándose con la lluvia torrencial de fondo.

Si aceptamos sin rechistar que un estilista es alguien que asesora tomando como medida las últimas tendencias de la moda y que un mandarín es un chino con las uñas muy largas, o sea Fu Manchú, según las viejas novelas de Sax Rohmer, nadie tendría que dudar de Salter como un autor fino y melodioso, de sintaxis elegante esculpida con los mejores materiales, en cuya escritura abundan los giros inesperados, los gestos, declaraciones o desenlaces sorpresa. Es detallista y observador como pocos.

En cuanto a su existencia prolija e intensa, una vez confesó a un amigo que uno de los deberes del que escribe es provocar cierta envidia en el lector por la vida que lleva. Por eso en sus libros abundan los buenos hoteles, los viajes en coche descapotable en la mejor compañía, mujeres seductoras, buenas comidas, paisajes serenos y llenos de belleza, amistades sofisticadas y esa imagen del protagonista, proyectada por el propio escritor con una copa de Château Margaux en la mano. "La vida es el tiempo que hace. Son las comidas. Los almuerzos en un mantel azul a cuadros sobre el cual hay sal vertida. El olor del tabaco. Queso Brie, manzanas amarillas, cuchillos con mangos de madera" ("Años luz", página 35). Salter escribe escenografías maravillosas, no siempre sofisticadas, a veces sencillas, y cuando acabas de leer una de sus novelas, o mismamente este libro con las crónicas de sus viajes, lo primero que te preguntas es si habrás vivido como debieras haberlo hecho.

Nació como James Arnold Horowitz en 1925 y creció en Nueva York, hijo de un agente de la propiedad con el suficiente éxito en los negocios como para vivir en el Upper East Side y enviar a su hijo a una escuela privada de élite. Se graduó en West Point, academia a la que también había asistido su padre, en 1945, demasiado tarde ya para la guerra, y pasó doce años en las Fuerzas Aéreas, pilotando aviones de transporte y bombarderos, antes de unirse a un escuadrón de combate en Corea, donde participó en un centenar de misiones. Su primera novela, "Pilotos de caza", fue publicada en 1956. Un año después renunciaría para concentrarse en la escritura. Continuó volando los fines de semana y pasó casi un año como reservista en Francia entre 1961 y 1962. También se dedicó al cine, y logró un primer premio con un cortometraje en el Festival de Venecia, en 1962. Sus credenciales de guionista incluyen la película "El descenso de la muerte" (1969), dirigida por Michael Ritchie y protagonizada por Robert Redford, en el papel de un campeón de esquí. Su novela sobre montañismo, "En solitario" (1979), empezó siendo un guión para el mismo Redford, con quien mantuvo una viril camaradería. Salter es un escritor claramente masculino, mira con ojos de hombre a la vida, que le ha dado las historias y los escenarios. Y, al final del viaje, "nada que declarar", como él mismo cuenta en las primeras páginas, cuando regresa a Estados Unidos y le detienen en la aduana tras pasar unos días en Francia e Inglaterra.

LMa

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En otros lugares

James Salter

Traducción de Aurora Echevarría

Salamandra, 256 páginas, 21 euros

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