Gijón, Mario D. BRAÑA

Juan Carlos Robles y Sara Moro esperan que iniciativas como la Oficina de Atención al Deportista no se queden en una simple declaración de intenciones de la Administración. Ellos son dos ejemplos de previsión y perspectiva de futuro, pero saben que algunos de sus compañeros las están pasando canutas o pasan por ciertos apurillos.

Juan Carlos Robles se fue de Gijón cuando era un aprendiz del voleibol y regresó después de haberse sentido protagonista de los mayores éxitos de la selección española. Vivió, por ejemplo, la efervescencia de Barcelona-92, y también contribuyó a la primera participación olímpica por méritos propios, en Sydney-2000. A partir de ahí, Juan Carlos Robles Ania (Gijón, 12-12-67) empezó a plantearse su porvenir fuera de la burbuja que supone el deporte profesional. Prueba superada.

A estas alturas, Robles ya se ha acostumbrado a su trabajo como gerente de cuentas del hotel en Gijón de la cadena AC. Una tarea, en apariencia, en las antípodas de lo que se supone un jugador de voleibol. Pero no tanto: «Soy el responsable comercial de Asturias y parte de Cantabria, con una función de relaciones públicas con el cliente. Tiene puntos en común con el deporte de élite: trato con la gente, consecución de unos objetivos, logro de resultados. Hay que ganarse el puesto».

«Tuve la suerte de que me integré en seguida -recalca Robles-, pero no todos lo tienen tan fácil. Iniciativas como ésta vienen bien, sobre todo por la parte psicológica, ya que hay gente acostumbrada a los aplausos y a las atenciones continuas. Lo del suicidio son casos extremos, pero algunos deportistas lo pasan mal. Se quedan en el paro y no saben por dónde salir».

Sara Moro, con dos diplomas en gimnasia, uno de los deportes estrella de los Juegos Olímpicos, sí que vio pronto por dónde iban a ir sus tiros. Su ventaja es que la retirada le llegó con 20 años, cuando se está empezando en otras especialidades. Sara Moro de Faes (México, 15-11-84) decidió volver a Gijón para empezar los estudios de Fisioterapia, que espera completar el año que viene.

«Mi madre siempre tuvo muy claro que no podía dejar de estudiar», reflexiona Sara, satisfecha de haber escuchado la voz de la experiencia: «Algunas compañeras dejaron los libros y ahora les cuesta mucho reengancharse para empezar desde cero. Es un cambio brutal, porque sales del gimnasio y no se acuerda nadie de ti».

Sobre la Oficina de Atención al Deportista, Sara Moro apunta que «me parece bien siempre que acabe funcionando. Es importante para deportistas como los olímpicos, que dejan muchos años de su vida representando a España. No lo digo por los gimnastas, que nos retiramos con 20 años y podemos empezar una carrera». Sara se ha informado en la página web del COE sobre los servicios que ofrece la Oficina de Atención al Deportista, ante la perspectiva de integrarse en el mercado laboral.