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Cádiz, Víctor RIVERA,

enviado especial de

LA NUEVA ESPAÑA

Una obra maestra de Diego Castro y un enorme trabajo colectivo permiten al Sporting dar un paso de gigante hacia la Primera División. Y todo ello en las narices del presidente de la Real Sociedad, Iñaki Badiola, que se dejó ver en el palco del Ramón de Carranza. La victoria de ayer frente al Cádiz y la forma de conseguirla confirman al Sporting, por si alguien lo dudaba, como un sólido aspirante al premio del ascenso.

Diez años después de aquel traumático golpe del descenso a Segunda, el Sporting parece haber encontrado la receta de la vuelta a la élite. Ayer, en el Ramón de Carranza, ante un rival extramotivado y agresivo, los rojiblancos demostraron el oficio necesario para capear el temporal cuando más arreciaba, los arrestos para fajarse con un Cádiz plagado de veteranos y maleados futbolistas y la inspiración necesaria para resolver el encuentro con una genialidad.

Una aparición

En el minuto 60, con el Cádiz en inferioridad numérica y ante el poco tino de los delanteros rojiblancos, al Sporting se le apareció Diego Castro. Es lo bueno de este equipo, que no depende de nadie. A veces desnivela Kike Mateo, en otras ocasiones lo hace Barral, o Bilic... Hasta Roberto ha sido determinante en muchos encuentros.

Ayer fue el día de Diego Castro. El interior gallego, muchas veces criticado por su individualismo y esa costumbre pertinaz de rizar el rizo, salió ayer a hombros del Carranza. Castro recibió un balón anodino en la banda derecha, rodeado de contrarios. Con un solo quiebro eliminó a Cristian y a Natalio, al que le sacó los colores con un caño de escándalo. Diego salió crecido del regate y mandó un balón con efecto al palo largo, imposible para Contreras. Probablemente, el gol de la Liga. Seguramente, el gol del ascenso.

Después, el Sporting se asustó y se fue encogiendo en su área a medida que Bilic y Barral desaprovechaban claras oportunidades de dar la puntilla. La inspiración cedió el protagonismo al trabajo. Hasta Roberto tuvo que intervenir de urgencia para achicar la única fuga de la zaga rojiblanca en todo el partido. Ayer todo se puso de cara a los jugadores gijoneses, hasta el arbitraje de Gardeazábal Gómez, cuya designación había levantado suspicacias entre el sportinguismo por su origen vasco.

El Sporting se encontró en Cádiz con un ambiente tenso, un equipo que se empleó con una dureza exagerada y un polémico arbitraje. El trencilla repartió errores. Se comió la agresión de Fleurquin a Raúl Cámara en los primeros minutos y, todavía en el primer tiempo, indultó a De la Cuesta de la segunda amarilla. En contrapartida, dejó sin señalar un claro penalti de Roberto sobre Enrique, que incluso se retiró lesionado, y se mostró extremadamente riguroso en la roja directo a un Miguel García que debió ver varias amarillas.

El Sporting se vio sorprendido por la agresividad del equipo local. Hasta que vieron que se trataba de un partido para hombres. Entonces se calaron la bayoneta y se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo.