Oviedo, Mario D. BRAÑA

Si 1999 hubiese sido año de Juegos Olímpicos, a estas horas probablemente Yago Lamela figuraría en el exclusivo club de los medallistas. Porque nunca antes ni, por supuesto, después, el saltador avilesino estuvo a tan buen nivel como en febrero de 1999 (8,56, subcampeón mundial bajo techo en Japón) o en agosto (8,40, plata en el Mundial al aire libre de Sevilla). A partir de ahí sufrió una retahíla de problemas físicos (rodilla, tobillo y musculares) que le llevó a ser seria duda para formar parte de la expedición española a Australia.

«Me pasé la mitad del año 2000 con muletas», recuerda Yago, que el 20 de agosto, en su pista talismán de San Lázaro, saltó cuatro veces por encima de los ocho metros. No era ninguna garantía, «pero nos la jugamos a ver qué pasaba». Lo que pasó, a primera hora del 25 de septiembre, es que Yago no pudo ir más allá de 7,89 y se vio fuera de la final olímpica. «No quedé descontento porque di todo lo que tenía. No tenía más en las piernas».

Diez días antes de su cita en el estadio olímpico de Sydney, Yago Lamela sabía que quedaba a expensas de un milagro: «Hicimos una competición en Adelaida, donde estábamos concentrados, y mi mejor salto fue 7,60. En ese momento ya pensé que, como no bajara la Santina a ayudarme, no había nada que hacer. Pero tenía que intentarlo». En el calentamiento de la prueba de calificación olímpica, el avilesino notó «que no iba. Llegué a los Juegos muy corto de entrenamiento».

Cuatro años después, en Atenas, fue otra historia con parecido resultado. Sus problemas físicos se habían centrado en el tendón de Aquiles, que le martirizaba. Desde su bronce en el Mundial de París-2003 apenas había hecho un par de competiciones. «Llegué con el pie muy mal. Cada tres saltos tenía que infiltrarme», se lamenta aún hoy Yago Lamela. En el estadio olímpico de Atenas sí tuvo una segunda oportunidad, al superar la fase de clasificación, pero en la final tuvo que conformarse con el undécimo puesto, tras una serie con dos nulos y un salto de 7,98.

«Me salió incluso mejor de lo que esperaba», explica Lamela. «En la final volví a anestesiarme el pie para saltar. Físicamente estaba muy bien, pero no podía transmitir ese estado de forma al salto porque el pie no me dejaba. Estaba rápido, pero en el momento de la batida apoyaba el pie y veía las estrellas». Así que se marchó con la misma sensación de impotencia que cuatro años antes porque «si no podía competir por el podio me daba igual quedar noveno o undécimo».

Con 27 años, Lamela abandonó Atenas convencido de que podía tener una tercera oportunidad olímpica. Por eso, en noviembre se trasladó a Finlandia para ser operado por Sakari Orava, una eminencia en lesiones del talón. El saltador avilesino lo intentó todo y, convencido de que no tenía sentido seguir en Valencia con Rafael Blanquer, en 2006 volvió a sus orígenes, a Asturias y con Juanjo Azpeitia, el entrenador que le había llevado a volar más alto desde que le acogió con sólo 16 años. «Sentía que si quería volver a conseguir grandes resultados, él era mi hombre», dice Yago.

Azpeitia, con el mismo empuje y entrega de siempre, planificó la «reconstrucción» física y anímica de Yago, con el apoyo de Miguel del Valle y su equipo de la Escuela de Medicina del Deporte. Pero sus tendones seguían rebelándose y en abril de 2007 volvió a ponerse en manos de Orava para operarse de los tendones de las dos piernas. «Podría escribir un libro sobre problemas físicos, lesiones, operaciones y recuperaciones. Probé hasta con la acupuntura».

Todo fue inútil. En enero de 2008 anunció su renuncia a Pekín y, meses después, el adiós al atletismo: «No me quejo. Estoy contento con lo que hice. Con 18 ó 19 años no imaginaba que llegaría tan alto. Me hubiera gustado tener una carrera más larga, pero de los 21 a los 26 años pude saltar bien». Sí hubiese cambiado alguna de sus medallas por un poco de gloria olímpica, pero siempre llegó a la cita con las alas rotas. Ni siquiera pudo disfrutar del gran momento de los Juegos, la ceremonia de inauguración: «Tengo los trajes de Sydney y Atenas sin estrenar. Me venía mal porque competía muy pronto».

Yago Lamela Tobío

Nació el 24 de julio de 1977 en Avilés. Empezó a practicar atletismo con 7 años y a los 13 se centró en los saltos, con Carlos Alonso. Con 16 pasa a entrenar con Juan José Azpeitia y en 1995 supera los ocho metros. Tras dos años en la Universidad de Iowa vuelve a Asturias y en 1999 logra la medalla de plata en el Mundial en pista cubierta de Maebashi (8,56) y al aire libre en Sevilla (8,40). También saltó 8,56 al aire libre en Turín. En 2002 y 2003 fue plata en el Europeo «indoor» y bronce al aire libre. Fue olímpico en Sydney-2000 (eliminado en la ronda clasificatoria con 7,89) y Atenas-2004 (undécimo con 7,98). Sufrió dos operaciones del tendón de Aquiles y no volvió a competir. Vive en Madrid, donde estudia para pilotar helicópteros.