El sueño de la remontada de Fernando Alonso fue a morir ayer a la orilla del puerto deportivo de Abu Dabi, allí donde los yates más lujosos del mundo asoman sus enormes mástiles por encima de las curvas del circuito de Yas Marina. El asturiano comenzó a remar con furia tras el fiasco de Bélgica y cinco carreras antológicas sin bajarse del podio -Italia, Singapur, Japón, Corea del Sur y Brasil- le auparon al liderato cuando dos meses antes nadie apostaba un céntimo por su suerte y sólo le respaldaban las matemáticas. Una suerte que ayer se fue a pique en la décima vuelta cuando Webber raspaba su rueda trasera derecha contra uno de los escasos muros del circuito y poco después debía entrar precipitadamente a cambiar el neumático afectado al sufrir una pérdida de presión en el mismo. Y el liderato bicéfalo que hasta entonces había sido un quebradero de cabeza para Red Bull terminó siendo su salvación. En Ferrari tenían que elegir entre seguir tras Vettel o marcar a Webber -su gran rival- y «copiaron» la estrategia del australiano. Cuando Alonso regresaba a la pista lo hacía por delante de Webber, sí, pero muy rezagado y tras un trenecito imposible de remontar. Acababan de perder el título y Fernando tendrá que esperar para dibujar el tercer as en su casco...

Lo que Renault dio en su día a Alonso -los títulos de 2005 y 2006- ayer se lo quitó con un Petrov que defendió su posición con orgullo y echando un capote a su marca, pues los motores de Red Bull son los del rombo galo. La escudería austriaca había ampliado la pasada semana su acuerdo con Renault para el suministro de motores para las dos próximas campañas. Ayer por ti, hoy por mí.

Alonso tuvo dos ocasiones para decidir el título a su favor pero los agonizantes motores de su F10 no le dieron la potencia necesaria. Y mientras el asturiano moría en la orilla, Vettel, candidato todo el año pero sin haber estado nunca al frente de la clasificación, decidía en el momento justo aprovechando un fallo de Webber que condenó a Alonso. No precisó órdenes de equipo porque hubo otro que equivocó su orden.