El serbio Novak Djokovic revalidó el título de Abierto de Australia al superar al español Rafael Nadal en la final más larga de la historia de los Grand Slam; un partido épico, lleno de dramatismo, que se acercó a las seis horas de duración y que se llevó el número uno del mundo por 5-7, 6-4, 6-2, 6-7 (5-7) y 7-5.

Djokovic conquistaba así la final número cien del torneo en el cuadro masculino, en un partido en el que hubo de todo, varios puntos que pudieron cambiar el signo de la final, alternativas de juego y de sensaciones, y que se decidió por detalles.

Nadal perdió su séptima final consecutiva ante el serbio, pero las sensaciones vividas ayer en Melbourne fueron muy distintas a las de enfrentamientos anteriores. El español pudo llevarse el partido en el quinto set, cuando sacó con 4-2 a favor en el marcador, pero un punto lo cambió todo. El balear falló un revés paralelo con toda la pista para él que habría supuesto el 40-15 cuando dominaba por 4-2 y Djokovic parecía hundido. El balear había logrado remontar para caer en la orilla. Pero llegó a verla, como un jabato.

La final comenzó con un calor sofocante, 33 grados, y el español salió a la pista con una muy buena mentalidad y un juego sobrio y agresivo, y se encontró, además, con un Djokovic excesivamente errático al que no le funcionaba el primer servicio (un 51% de efectividad por el 76% del español en esta primera manga). Las sensaciones de Nadal eran mejores que las del serbio. Así lo confirmó la rotura conseguida en el quinto juego, que provocó la frustración de Djokovic, quien estrelló la raqueta contra el suelo cuando se sentó en su banquillo. El número uno no lo veía nada claro.

Sin embargo, a Nadal pareció afectarle negativamente su ventaja, ya que comenzó a pasar problemas, perdió la iniciativa y aumentó sus errores. Del 4-2 pasó al 4-5. Pero el español apeló a su fortaleza mental y fue capaz de recuperar la agresividad del principio del partido y encadenó tres juegos para apuntarse el primer set.

Pero Djokovic no es el número uno por casualidad. Comenzó a jugar con más seguridad y redujo drásticamente sus errores. Nadal no conseguía alargar sus tiros, bajó al 63% la colocación de primeros servicios y el balcánico pasó a dominarle con su derecha. Una rotura en el cuarto juego permitió al serbio abrir brecha (4-1) en el marcador.

A Rafa le tocaba remar para impedir que su rival no sólo le empatara, sino que además lo hiciera con rapidez. Y a punto estuvo de conseguirlo. Salvó al servicio una bola de set, y dos más cuando sacó Djokovic para cerrar la manga.

Tras quebrar el servicio de un nervioso Djokovic, Nadal dispuso de punto para empatar a cinco juegos, pero no lo concretó por culpa de una bola que el «Ojo de halcón» obligó a repetir y cedió el segundo parcial tras cometer una doble falta en el cuarto punto de set del de Belgrado.

Llevaban dos horas y media de batalla y tocaba volver a empezar. El arranque del tercer set fue un calco del segundo. Nadal no encontraba soluciones (53% de primeros saques) y Djokovic seguía muy acertado. El serbio había alcanzado la velocidad de crucero, sacaba de la pista con sus goles tanto de derecha como de revés al español y los fantasmas de las seis finales perdidas el año pasado comenzaron a rondar la cabeza de español tras perder 6-2 la manga.

Pero Rafa, más fuerte física y psicológicamente que en 2011, consiguió frenar el vendaval en el cuarto set. Trató de llevar el partido de nuevo a los peloteos intensos, en busca del desgaste de su rival, pero el serbio tuvo en su primer servicio un nuevo aliado.

Djokovic pudo sentenciar el partido en el octavo juego, cuando dispuso de un 0-40, que consiguió levantar Nadal justo en el momento en el que empezó a llover y la final se tuvo que suspender diez minutos, mientras se cerraba el techo del estadio.

Tras el parón el partido se encaminó inexorablemente hacia el desempate, que fue de infarto. Djokovic saboreó el triunfo cuando sacó con 5-3 a favor, pero Nadal, irreductible, sumó cuatro puntos consecutivos para anotarse la manga y forzar la quinta y ya decisiva, lo que celebró a lo grande.

Y es que el partido parecía entonces inclinado a favor del balear, mientras Djokovic iniciaba el habitual ritual de gestos que le acompaña cuando las cosas se le ponen cuesta arriba. Rafa fue el primero en lograr el break y el 4-2 y saque parecía entonces definitivo para él.

Tampoco. Djokovic echó el resto y no sólo consiguió volver a nivelar el set, sino que en el undécimo juego volvió a romper el servicio de Nadal. El español tuvo una bola para el 6-6, pero el serbio lo salvó y cerró el partido para sumar el quinto «grande» de su carrera. Rafa aún le dobla con diez.