Hubo un momento en la cuarta manga en que parecía que nada había cambiado respecto al 2011, cuando Djokovic sumaba una tras otra hasta seis victorias seguidas sobre Rafa Nadal, y en seis finales de renombre como Indian Wells, Miami, Madrid, Roma, Wimbledon y el Open USA. Hubo un momento en la cuarta manga en que hasta en el palco de Nadal bajaron la mirada. Rafa parecía haber gastado todas sus fuerzas en ganar el primer set y Nole se disponía a cerrar el partido en menos de cuatro horas. El serbio había mandado un par de metros fuera de la pista al balear a base de mandobles -izquierda, derecha, de nuevo a la izquierda...- para anotarse el segundo y tercer set con autoridad: 6-4 y 6-2, sin que Nadal lograra en ellos tener siquiera una oportunidad de romperle el servicio. Y en el cuarto mandaba 4-3 y tenía un 0-40 sobre el saque de un Nadal en cuya cabeza parecían acumularse los fantasmas de un pasado tan reciente como pesado.

Rafa, sin embargo, pareció entonces encontrar la respuesta en sus orígenes: luchar, atacar. Volvió a golpear dentro de la pista, a acortar el recorrido de la bola. Cuanto más dentro, más fuerte. Volvió a ser Rafa, el de siempre, el guerrero que nunca se rinde. Remontó aquel 0-40 y llevó el set al desempate, donde con 5-3 en contra y al resto se levantaba de nuevo para ir a la quinta manga. Cuatro horas, cinco. Un partido para la historia; una final de leyenda como aquellas que protagonizó en Roland Garros y Wimbledon ante Federer. Es Nadal quien lleva ahora la iniciativa, quien tiene una bola franca para un 40-15 que le abra las puertas al 5-3. A la victoria. Falló, quizás porque tuvo demasiado tiempo para acercarse a la red y golpear la bola; demasiado tiempo para pensar en los fantasmas. Y los fantasmas volvieron.

Nadal desaprovechó la ocasión y se quedó sin premio, pero Melbourne le dejó una enseñanza profunda: la solución está en sus orígenes, en recuperar el juego alegre, agresivo, que le llevó a ganar diez «grandes». La derrota nunca podrá ser gratificante como la victoria, pero la derrota de ayer fue distinta a la media docena del 2011. Y de ciertas derrotas uno sale especialmente fortalecido. Nole sigue siendo una montaña infranqueable, pero Rafa ya sabe cómo ganarle. De momento ha reducido la distancia. En el juego y en el ranking. Hoy estará 840 puntos más cerca.