Hay etapas en las que el microcosmos de Mareo, habitado por gentes de gran valía, a un lado y otro de la valla, pero también por personajes que creen que el centro del universo está en su ombligo, está más que divertido que en otras. Ahora mismo, por razones que se desconocen pero que se intuyen, vive una época de enorme diversión. Estas etapas de diversión nada tienen que ver con los goles marcados o encajados, con el buen o mal juego del Sporting o con el acierto o el error en esta o aquella gestión. La diversión suele estar centrada siempre en aspectos menores, pero que dan juego en Mareo como en ninguna otra parte. Que siga la fiesta.
Y la fiesta tiene que seguir al día siguiente de que la FIFA reconozca que el presidente de la Federación Española y vicepresidente de aquel organismo y de la UEFA, Ángel María Villar, está siendo investigado por el máximo organismo del fútbol mundial, que en otro de sus maravillosos regates (estamos en asuntos futboleros, no se olvide) se investiga a sí mismo. Es curiosa la situación: la FIFA nombra a Ángel María Villar presidente del comité organizador del Mundial de Rusia y horas después anuncia la investigación. El mundo de la FIFA es un misterio insondable, salvo para la justicia norteamericana, que ha sido la que ha empezado a levantar las alfombras y a descubrir chanchullos. En España, el sector contrario a Villar desde hace treinta años, desde que lo entronizó José María García, entonces el verdadero enemigo, se lleva las manos a la cabeza por el poder que acumula el investigado por la FIFA y ahora mismo máximo representante de la UEFA.
La situación de la FIFA aparece en los momentos en los que la Liga de Campeones está en las etapas llanas, como si de un Tour de Francia se tratara. Las eliminatorias actuales sirven para separar el grano de la paja y dejar a los dieciséis de la fama, los que de verdad se van a jugar el título. El Tour empieza con una semana para sprinters en la que sólo caídas, viento o despistes descabalgan a favoritos. En la competición europea es raro que un poderoso se quede fuera. Hay equipos, como el Astana, rival del Atlético de Madrid, que dejan a sus mejores hombres en casa porque están en vísperas de un partido liguero decisivo. Partidos como el de anoche en París son, al cambio, la cuesta de Cheburgo de la que no se recuerda que salga en la película de los paraguas. ¿O sí?
El Athletic Bilbao, rival el lunes del admirable Sporting del gran timonel, juega hoy ante el Partizan de Belgrado, aquel rival que el también admirable Sporting de Ciriaco doblegó en una apasionante tanda de penaltis resuelta por los aciertos de Emilio Isierte, ocupante de la portería rojiblanca por lesión de Juan Carlos Ablanedo, ocupación que trajo cola. Vaya si la trajo. Aquellos tiempos se merecen varias conexiones del canal historia, y cualquier día habrá que hacerlas.
Ernesto Valverde, entrenador del Athletic, suele hacer rotaciones en las semanas europeas; a ver cómo maneja la llegada del Sporting. Por cierto, las buenas costumbres se mantienen por encima de todo; si pregunto, ¿molesto?: ¿el Sporting echará mano el lunes de la equipación amarilla o elegirá otra?
