Una hora y media antes de que diera comienzo la final de la Copa Princesa, los jugadores del Unión Financiera se llevaron la primera sorpresa del día. En el vestuario estaba la ropa de cada uno de ellos perfectamente doblada, con sus zapatillas debajo. Nadie se lo ha confirmado, pero los jugadores están seguros de que fue cosa de Alejandro González, "Jandrín", el delegado del equipo.

La sorpresa no acabó ahí. Alguien del club había colgado por todo el vestuario los mensajes de ánimo escritos por los abonados y que se habían ido depositando en una caja conforme iban pasando por la oficina del Oviedo Baloncesto a retirar la entrada para la final que ganaron (80-77) al Burgos. Había dibujos de niños y cartas muy emotivas en la que les contaban problemas de su vida personal. Problemas que se quedan fuera del pabellón cada vez que juega el Unión Financiera en el polideportivo de Pumarín.

Uno de ellos, Isidoro Roldán, les dejó un texto que el club premió durante el partido que los ovetenses ganaron (93-89) el sábado al Palencia. Socio del Real Oviedo y vicepresidente de la peña Orgullo Carbayón, Isidoro reconoce que el fortín de Pumarín le ha ayudado mucho para superar un problema personal que prefiere que quede en su intimidad: "Les puse que era un día especial para ellos y un momento para recordar, que se sintieran grandes, que si necesitaban apoyo miraran a la grada porque un montón de gargantas les íbamos a empujar. Era un mensaje corto", explica.

La carta de Isidoro estaba en el vestuario en el sitio que ocupa Víctor Pérez. "La carta de Isidoro me emocionó porque sabía que venía de superar un problema personal y lo que ponía me llegó mucho", explica el capitán del equipo ovetense.

Y es que lo de que el Unión Financiera es un club familiar, en el que la gente se conoce, se demuestra en casos como éste. "A Víctor Pérez ya lo conocía y puedo decir que tiene una calidad humana que supera todavía la que tiene como jugador. Cuando pasé un episodio malo en mi vida, él me mandó un vídeo de ánimo", explica Isidoro Roldán. Para este abonado del Unión Financiera lo bueno de Pumarín es que "sales contento cuando ganas y cuando pierdes. El otro día convencí a una señora de mi barrio que tiene 79 años para que viniera conmigo al partido. Yo siempre le decía, 'tengo que llevarte a Pumarín' , y en el partido ante el Palencia por fin se vino. Después del partido me preguntaba si aún se podían hacer abonos para la segunda vuelta", relata Isidoro.

"Lo de los mensajes fue una sorpresa, sabíamos que los aficionados nos los estaban dejando, pero cuando llegué al vestuario me encontré a cuatro compañeros leyéndolos. Nos emocionó y nos motivó mucho, había algunas cartas de tragar saliva. Ese tipo de cosas marcan la diferencia. Te escribían algunas cosas que luego decías: 'cómo no voy a salir a morder'", explica Víctor Pérez.

Las dos últimas batallas han necesitado de todo el apoyo de la afición para sacarlas adelante, de ese ruido que, según explica el capitán, hace que los jugadores rivales "no se enteren de nada, sean incapaces de comunicarse entre ellos". Un ruido que está acompañado del espíritu de una afición entregada. El Oviedo Baloncesto ha conseguido que cada partido que se juega en casa sea una fiesta en la que los aficionados se van con una sonrisa hasta en las raras ocasiones que el fortín de Pumarín no basta para lograr la victoria.