"Es una subida bien berraca, bien hijueputa como decimos en mi país". Así definió el colombiano Alfonso Vélez los 3.800 metros que separan la villa de Nava de la meta de la etapa 14 de la Vuelta a España. A sus 70 años, decidió junto con otros 22 compatriotas de un equipo ciclista amateur de su país, llamado "Pura Vida Pues", desafiar el alto de Les Praeres. Una verdadera locura que mereció la pena sólo por estar pendiente de "sus" Nairo Quintana, Miguel Ángel López y Rigoberto Uran. Como él, centenares de locos por el ciclismo se apuntaron al sufrimiento de esos 3.800 metros con un 12,98 por ciento de desnivel en el debut de la subida al pie de Peñamayor en la ronda española.

En la zona de invitados de la línea de meta, reposaba descalzo Fernán Echaberría, de Medellín. Junto con sus compatriotas cafeteros, eligió la etapa decimocuarta para seguir a sus ídolos. "Tiene una tierra bien bella acá, muy verde. Nos ha sorprendido Asturias", apuntó cuando al pelotón de la cabeza le restaban aún 40 kilómetros para llegar a la cima de la montaña. "Tengo 70 años, pero me quedan al menos otras 30 vueltas a España", gritó Vélez en referencia al gran ambiente que se vivió en el concejo, absolutamente a rebosar.

Como ellos, decenas de colombianos se agolparon en el podium para ver en el tercer lugar a Nairo Quintana. Eso sí, la fiebre se había desatado ya minutos antes cuando "Naironman" atendía a la prensa, todavía subido en la bici estática. Allí, agolpados contra las vallas de la organización, trataban de captar su atención decenas de sus compatriotas. Allí estaban Larry Orozco, Lizet Gutiérrez, Noemí Llanes y Deivyd Llanes, todos de Bogotá, aunque el primero vive en Madrid.

"Nairo es algo más que un ciclista. Es un orgullo, un ídolo, todo un campeón. Nairo es Colombia. Es lo que significa ser colombiano, que no es otra cosa que ser un guerrero, que tener siempre ganas de luchar, de salir adelante, sin importar de donde procedas", destacaron los cuatro sobre el que sin duda es su héroe.

El fervor por la ronda española se dejó notar en los cuatro kilómetros de subida. Innumerables aficionados se agolparon en las cunetas y otros tantos trataron de coronar el puerto. "Menudo demonio", exclamó uno de los parroquianos bajándose de su bici y siguiendo a pie, a falta de 700 metros para la meta.

Es a esa altura, en Cabaña Prieto, donde se reza porque cada curva sea la última, y el demonio que termina por desmontar a este anónimo ciclista demuestra que sabe más por viejo que por diablo. Muestra su cara más amarga, en forma de asfalto con estrías y con agujeros donde entra la suela del zapato. "Menudo demonio", repite el hombre, mientras abajo en Nava, la villa a rebosar permanece ajena a su sufrimiento.

En la plaza, reposan centenares de locos por la bicicleta y entre culín y culín de sidra, jalean cuando Simon Yates cruza la línea de meta, venciendo al demonio de Les Praeres y su berraca e hijueputa subida, que demostró su condición inundando el ambiente con un fuerte olor a embrague quemado.