La rodilla derecha de Rafa Nadal nos privó el sábado de uno de esos partidos que ya añoramos antes de que sean historia, de la mejor historia de todos los tiempos del tenis mundial. Un Federer-Nadal es impagable, pero la edad del suizo (en agosto 38 años) y los recurrentes achaques del español nos dicen que tienen una fecha de caducidad muy cercana. Pese a su garra y su fuerza de voluntad, Rafa tiene muy complicado ganar el partido contra su físico. "A veces me siento triste porque me veo en desventaja con respecto a mis rivales", reconoció un cabizbajo Nadal el sábado tras explicar su renuncia a disputar las semifinales del Masters 1000 de Indian Wells. Su calidad aún le da para ganar el segundo set, casi a la pata coja, frente al ruso Khachanov. Pero hubiese sido una temeridad medirse sin apenas tiempo de recuperación con un fenómeno como Federer y, además, en pista de cemento. La cruda realidad invita a Nadal a planificar su calendario con muchas precauciones y a centrarse en la superficie (tierra batida) en la que es casi invencible y resulta menos agresiva para su articulación. A Rafa no le debe de cegar la obsesión por alcanzar a Federer en el ranking de Grand Slam: 20 a 17 para el suizo. En abril, con Montecarlo, llegará el momento de exprimirse y de sumar más triunfos en su palmarés, con la guinda del decimosegundo título de Roland Garros.