El sueño de ascender a la ACB del Liberbank Oviedo se acabó ayer en Orense de la manera más cruel. Una inverosímil última canasta de Zamora, héroe del cuadro gallego, cuando el balón se le escapaba y sin que Llorente acertara a hacerle la falta que aún podía cometer el equipo antes de llegar al bonus, y una bandeja errada por Douvier a continuación dieron por terminada una temporada que, pese al doloroso final, con un 3-0 en contra ante Ourense a pesar de tener el factor cancha a su favor, ha sido otra vez muy buena.

Es importante no llevarse a engaño ni ser injustos con el club ni con el equipo. En la liga regular han acabado cuartos, por encima de lo que por presupuesto se le presupone, y han vuelto a hacer posible algo tan complicado como aspirar a la ACB. Otros proyectos, más fastuosos, naufragan año tras año mientras Oviedo disfruta cada temporada de un equipo que compite con los mejores de una liga muy complicada.

Falta dar un paso más, pero lo ha de dar todo el mundo. A la dirección deportiva le tocará otra vez intentar perfilar una plantilla que compita como lo viene haciendo en la LEB Oro y, si es posible, que sea capaz de rendir mejor en estos partidos de tanta tensión. Pero, si de verdad se quiere un equipo en la ACB, las instituciones deberán darse prisa para que el nuevo pabellón sea una realidad que haga posible que la masa social del club siga creciendo. Solo así será posible subir ese último escalón que tantos años ha costado a tantos otros escalar. Que pregunten en Burgos.

Lo de esta eliminatoria para el Oviedo, también ayer, ha sido como padecer el mito de Sísifo. Esa sensación de subir una y otra vez una piedra hasta la cima para después caer de nuevo por el valle y tener de nuevo que emprender el camino cuesta arriba con esa misma piedra cargada sobre la espalda. Si el Oviedo se acercaba en el marcador, ahí estaba el cuadro gallego para responder con un triple o con un dos más uno.

El primer cuarto fue el que más se pareció a lo que fue la eliminatoria en los dos partidos de Oviedo: un quiero y no puedo del Liberbank, una incapacidad constante para frenar el variado ataque del Ourense y una sensación de que siempre el cuadro gallego tenía el duelo controlado. Y eso que la puesta en escena de los asturianos fue buena, intensa, con acierto en el tiro, con implicación en defensa. Pero tres aciagos minutos tras un triple de Ahonen que les ponía dos arriba (13-15, a 4.18 del final del primer cuarto), con un parcial de 13-0, pusieron las cosas difíciles a los de Javi Rodríguez. No era solo el marcador, con una desventaja de once puntos (26-15), si no la sensación de que hicieran lo que hicieran, el Ourense siempre encontraba una manera de contrarrestarlo para encestar y seguir sumando. El equipo gallego consiguió, además, que todos aportaran, hasta jugadores secundarios como Muratovic y, sobre todo, Pluta.

Precisamente Pluta, el tercer base del equipo (ayer volvió a causar baja en el Ourense Pepo Vidal), fue el que estuvo a punto de dejar visto para sentencia el partido y la eliminatoria con dos triples seguidos que situaron a los gallegos quince arriba (37-22, a 5.56 del descanso). Pero apareció a tiempo Llorente para liderar una reacción visitante que mantuvo con vida al Oviedo. Seis puntos suyos y un tiple de Geks pusieron al cuadro carbayón a ocho puntos (37-29 a 4.27 del descanso) y obligaron a Gonzalo García de Vitoria a pedir un tiempo. Llegó a ponerse Oviedo a cuatro (39-35) a un minuto del descanso. Pero un triple de un inspirado Sergio Rodríguez -enorme la serie que ha cuajado el joven alero- dejó la renta en siete puntos (42-35) para Ourense al descanso.

Tras el paso por vestuarios solo se podía hacer una cosa: darlo todo, dejarse en Orense el alma, el corazón y las fuerzas que aún les quedaran para intentar mantenerse con vida. No había un mañana y se notó. Empezaron los visitantes a mover el balón con más fluidez y sus caras reflejaban cosas diferentes a las de los partidos de Pumarín. Spieth, Ahonen y Jakstas lideraron ese inicio y, a pesar de que Ourense siempre estuvo en el partido, el Liberbank fue limando diferencias hasta mandar el partido a los diez últimos minutos con tres puntos de desventaja (58-55). Si bien, el cuarto volvió a acabar con una canasta de Ourense. Una constante en la eliminatoria: nunca se quedaron los gallegos sin responder en las situaciones complicadas, cuando el partido se decidía.

Fue Víctor Pérez, el capitán y alma de este equipo, el que mandó a arrebato al resto de sus compañeros. Un robo suyo, con la garra del que se dejaría la vida por la camiseta que viste, y una canasta a continuación pusieron por delante al Oviedo (61-62) a 8.07 del final. Dos tiros libres de Douvier aumentaron la distancia (61-64). El equipo fluía pero en el tramo final Zamora se echó el Ourense a las espaldas para, él solito, llevar a su equipo a la final a cuatro de Bilbao. Doce puntos del venezolano en 3 minutos y 45 segundos respondieron todos los intentos de Oviedo de seguir con vida en la eliminatoria. Cruel final para un gran año.