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Montañismo | El debate sobre los problemas en la cima del mundo

Menos reglas y más respeto

Montañeros relacionados con Asturias consideran que las restricciones para subir al Everest no resolverán la masificación

Menos reglas y más respeto

Coleccionar "ochomiles" se ha puesto de moda. Mucha gente paga dinero para subir a picos como el Everest, dejando imágenes como la de la pasada primavera, cuando se formó un atasco de gran magnitud en la cima. Aquel hecho causó once muertos, por las consecuencias que acarrea estar a tanta altura. Para poner fin a eso, Nepal ha cambiado la normativa para poder realizar la ascensión, aunque los montañeros están de acuerdo en que "no nos gustan las normas en la montaña".

Los aventureros que quieran subir al Everest deberán acreditar su experiencia en alta montaña, habiendo subido, como mínimo, a un pico de más de 6.500 metros de altura. Deberán también pasar un reconocimiento médico y contratar un guía local para que los acompañe durante todo el trayecto. El precio de la contratación de ese guía es de 10.000 euros, lo que condiciona que la gente menos pudiente pueda realizar la ascensión.

Jorge Egocheaga, montañero ovetense, opina que estas medidas están bien porque "puede haber más desgracias", pero aclara que no le gusta que "haya regulaciones, ni que obliguen a llevar guía local", aunque lo ve "necesario porque se está saliendo de madre". La colección de "ochomiles" es una cosa que a Egocheaga le parece bien porque "si la gente encuentra una motivación en ello, que lo haga", aunque apunta que "hay que hacerlo con respeto, tanto a las demás personas como a la montaña".

Iker Pou, uno de los mejores alpinistas de España, natural de Vitoria, tampoco es partidario de poner normas en la montaña, pero sí lo ve necesario en el Everest "por la masificación", ya que puede "ponerle freno". Aunque tener que contratar un guía local "suena a negocio, más que a la regulación, porque se mueve mucho dinero". Las medidas para comprobar la condición física y tener conocimientos de alta montaña sí lo considera óptimo porque "de alguna manera se demuestra que estás preparado para subir a esas alturas tan elevadas". Para Pou, la manera de reducir el número de gente que sube al Everest es "prohibir el oxígeno artificial", aunque no es partidario de "prohibir cosas", ya que "cada uno lo puede subir como quiera". Pero "al ser un negocio y un circo, no van a prohibir nada de eso", dice. Lo que tiene claro es que "nosotros no vamos a estar en este circo".

Eneko Pou, hermano de Iker, sigue la misma línea que sus compañeros y considera que "hecha la ley, hecha la trampa", es decir, "al final van a ser las agencias quienes decidan quienes sí y quienes no puede subir", aunque "las leyes pueden obligar un poco a que la gente tenga más preparación y haya menos accidentes". Con la masificación del Everest y otros "ochomiles", Pou dice que "el alpinismo está prostituido. El de verdad se está haciendo en otros sitios menos transitados", y pone como ejemplo a los Picos de Europa porque "un tío con cuatro días de escalada no sube la pared más complicada de Picos, pero sí puede subir el Everest. Ahí está la diferencia", recalca.

La canguesa Rosa Fernández, única mujer en completar el proyecto "7 Cumbres", es decir, escalar las montañas más altas de cada continente, considera que la solución no está en estas reglas, sino en "disminuir el número de permisos para subir al Everest". Comparte la opinión de Iker Pou de que "no va a cambiar nada con estas nuevas reglas porque es cuestión de dinero" y "las agencias justificarían fácilmente que los clientes cumplen las condiciones". También cree que "todo el mundo tiene derecho a subir al Everest, nadie está capacitado para decir si pueden o no ascender al pico", pero especifica que "cada persona tiene que ser realista para saber si está preparado o no para la ascensión".

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