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Alberto Álvarez. Jugador del Gijón Industrialdomingo gonzález. Utillero del LenenseAdoración sánchez, “dori”. Fotógrafa del Tuillamario sánchez. Exjugador del Avilés StadiumJosefa rubio. Directiva del Lealtad de VillaviciosaMario Bujanda. Exjugador del San Claudio

El covid le pega duro al fútbol del barro: las historias humanas más allá del balón

La pandemia hace temblar los cimientos de los clubes modestos asturianos

El covid pega duro.

Del fútbol suele decirse que es el deporte de la gente. Levanta pasiones, mueve mucho dinero y provoca disgustos y alegrías. Pero no todo el fútbol es igual. Está el de arriba, el de los ídolos, donde mandan los derechos de televisión y los jugadores se mueven como estrellas del rock. Y luego está el de abajo, el de la gente de a pie, donde un presidente negocia un fichaje y acto seguido lava la ropa, donde se cuenta cada euro para poder pagar la luz y donde los jugadores deben cuadrar sus horarios para compaginar el balón con el trabajo que les da de comer. Es ese fútbol, el modesto, al que el coronavirus ha golpeado casi sin piedad, dejando temblando las cuentas de los clubes. Para ellos, jugar sin público es sinónimo de ruina: sus ingresos dependen de las taquillas, de los socios y de las rifas en los descansos de los partidos. La Tercera División regresó este fin de semana a puerta cerrada tras un parón de tres jornadas. En ella hay una infinidad de historias. Personas con auténtica pasión para las que el covid supone un antes y un después. Jugadores que han tenido que dejar el fútbol, entrenadores que se agobian, utilleros que ahora lavan la ropa a 60 grados por eso del protocolo e históricas directivas y aficionadas para las que el fin de semana del balón es la vida y ahora todo es más triste. LA NUEVA ESPAÑA relata seis de esas historias que se reparten a lo largo de toda la geografía asturiana. Están los dos Marios, Bujanda y Sánchez, que se han visto obligados a colgar las botas antes de tiempo. Los dos dirigen su propio negocio y ante el riesgo de contraer la enfermedad, tener que guardar cuarentena y verse obligados a echar el cierre, decidieron cortar por lo sano, aunque les costó. También está Domingo González, el utillero del Lenense, que toma el pelo a sus jugadores ocultándoles su edad. Dice que el covid no le ha cambiado tanto, pero ahora debe lavar la ropa a 60 grados. Al pie del cañón sigue Alberto Álvarez, que es jugador del Gijón Industrial y además entrena al equipo alevín. Su actividad deportiva la debe compaginar con sus estudios de grado superior de Informática, que quiere añadir a la Ingeniería Mecánica que ya tiene. No faltan las mujeres en el fútbol modesto regional, cada vez más presentes. Está Josefa Rubio, dirigente del Lealtad, que ahora por el covid no puede viajar con su equipo. Y Adoración Sánchez, Dori, fotógrafa del Tuilla, que espera volver a sacar fotos a gente en el campo y, sobre todo, sin mascarilla. Estos son los rostros del fútbol de barro, al que el covid le ha pegado duro.

Una directiva pegada a la radio

El covid le pega duro al fútbol del barro

Las sensaciones de Josefa Rubio (Cornellana, Salas), con 70 años casi recién cumplidos y más de 30 al pie del cañón con el Lealtad, se resumen en una frase: “Llévolo fatal, pero fatal de fatal”. Josefa es algo así como la todoterreno del club maliayo, en Segunda B. Es directiva (vocal), pero mucho más que eso: lavandera, modista, limpiadora y, excepto meter goles, todo lo que haga falta. Toda una institución en el club de la villa. Josefa debe adoptar un perfil más bajo en el día a día del club debido a la pandemia, aunque afortunadamente para su salud mental sí puede seguir acudiendo a Les Caleyes para ver los partidos del Lealtad. Si no fuese por el covid iría también a los encuentros de fuera de casa, que en cambio sigue apasionadamente con la radio en la oreja y sufriendo mucho. Josefa muestra su preocupación por el futuro económico del Lealtad –“esto puede ser una ruina”– y se lamenta por el tedio semanal –“ya no sé en qué día de la semana vivo, son todos iguales”. Son todos iguales, repite con una sonrisa, excepto cuando juega su Lealtad. “Es que quierolos mucho”.

La clínica no se atiende sola 

El covid le pega duro al fútbol del barro

Mario Sánchez (Avilés, 28 años) no lo sabía en ese momento, pero cuando el covid todavía sonaba a un lejano cuento chino y las mascarillas solo se utilizaban en los quirófanos, él jugó su último partido de fútbol con el Avilés Stadium, en Tercera División. Su plan tras la suspensión del curso pasado era seguir compitiendo esta temporada, pero todo se fue torciendo al mismo ritmo que la pandemia subía de intensidad en Asturias. ¿El motivo? Estrictamente laboral. “Tengo una clínica de fisioterapia en Avilés y la llevo solo. No me puedo arriesgar a cerrarla si me toca guardar cuarentena. Era el fútbol o el trabajo y la decisión me costó, pero fue lo mejor”, admite Sánchez. La clínica tiene casi dos años y compaginarla con el fútbol siempre fue accesible, pero no tanto con el virus: “Ni me planteaba la posibilidad de dejarlo en marzo, incluso me parecía posible jugar esta temporada. Es una pena, pero no me quedó otra porque el riesgo era enorme”. A Sánchez le queda la buena salud de su clínica y los recuerdos de una larga carrera en el fútbol modesto regional.

El apagón de la cámara del Tuilla

El covid le pega duro al fútbol del barro

“Sacar fotos a gente con mascarilla es horrible”. Lo dice Adoración Sánchez (Anieves, 60 años), “Dori” para todo el mundo, pero sobre todo para el Tuilla. Dori es una especia de rara avis en el fútbol regional: lleva casi una década inmortalizando a su Tuilla. El covid ha apagado momentáneamente su cámara. “Vivo bastante encerrada porque soy persona de riesgo. Salgo a caminar y a comprar, poco más. Me aburro muchísimo y echo de menos el fútbol”, admite Dori, que fue trasplantada de un riñón hace ocho años y a lo largo de su vida ha pasado por muchos problemas de salud. La fotógrafa sigue el día a día del club a través de su marido, Fredo, que es el vicepresidente. “Me cuenta todo. Él se ocupa de que les vaya bien a los chavales. Les toma hasta la fiebre”. Dori espera que la tormenta amaine, y que vuelvan los abrazos a El Candín, el campo del Tuilla, aunque advierte: “Está todo fatal. Sin público no tenemos ni para pagar a los árbitros”. Guarda algunas fotos pospandemia que pudo hacer y finaliza con una interesante reflexión: “Cuando las veamos en unos años alucinaremos”.

La ropa se lava a sesenta grados

El covid le pega duro al fútbol del barro

Cuando Domingo González se prejubiló de la mina, un directivo del Lenense le hizo una petición que cambiaría su vida: “¿Por qué no te vienes para aquí?”. Y Domingo se fue. “Mi chaval pasaba al primer equipo desde juveniles y mi mujer me animó. Me dijo que fuese para allá, que así no me tenía tanto tiempo aburrido en casa”. Eso fue hace 22 años. Desde entonces, bajo el cargo de utillero, Domingo ha sido un todoterreno para el humilde club de Pola de Lena, que milita en Tercera. El covid ha cambiado mecanismos de su trabajo diario, pero el veterano se arregla. “Los jugadores no pueden usar el vestuario y tienen que cambiarse fuera, eso no era lo habitual. La ropa se la seguimos lavando, ahora a 60 grados, que ye lo que manda el protocolo”, explica Domingo. El utillero, todo positividad, intenta ver el vaso medio lleno. “Antes iba todos los días al campo a las 9.30 y ahora, al estar todo parado, voy una hora después. Esperemos salir de esto entre todos juntos. Los chavales son jóvenes y tienen ánimo: son de los que si llueve, se mojan”, sentencia Domingo, que tiene loca a la plantilla del Lenense ocultando su edad. Supera los 70 años.

Jugador de Tercera, entrenador de base

El covid le pega duro al fútbol del barro

Los fines de semana puede competir como jugador, pero no como entrenador. Alberto Álvarez, “Chopa” (Gijón, 24-9-1990), delantero del Gijón Industrial en Tercera División, ejerce también de técnico en las categorías inferiores del club, dirigiendo al alevín del Fabril y a la Escuela Fútbol Femenino Calzada. Ingeniero Mecánico y estudiante de un grado superior de Informática, vive una dualidad en lo deportivo. “Ya hemos visto cancelaciones de partidos en Tercera por contagios y la situación pinta fea”, señala el gijonés. “Chopa”, apodo que le viene por su pasión por la pesca, lleva toda una vida ligada al Industrial, del que es canterano. “Me encanta el fútbol y ver aprender a los críos. Lo principal ahora es hacerles disfrutar adaptándose a esta nueva situación”, explica. Entrena en la pista del Lauredal y en el campo de El Frontón. A unos metros está Santa Cruz, donde él mismo se ejercita con el equipo de Tercera. “Al principio había compañeros que se cambiaban en el coche y todavía ahora no todos usamos las duchas por precaución. Eso, después de un entrenamiento con lluvia y en casi invierno es duro”, relata.

La familia, el negocio y el fútbol

El covid le pega duro al fútbol del barro

La historia de Mario Bujanda (Oviedo, 32 años) fluye entre dos de los sectores más afectados por la pandemia: el deporte y el comercio. Bujanda, apellido vasco, tomó una dura decisión este verano: dejar el fútbol tras 26 años de intensa práctica en varios conjuntos asturianos. Su último equipo fue el San Claudio, de Preferente. Bujanda regenta una tienda de ropa en el centro de Oviedo y vive con sus padres, ambas personas de riesgo. Tuvo que elegir. “Dejar el fútbol tras tantos años fue una decisión muy meditada. Por un lado, está el negocio: si tengo que guardar aislamiento por covid tengo que cerrar. Y por otro lado está la familia y el riesgo que puede pasar conmigo jugando todos los fines de semana”, explica Bujanda. “El fútbol era mi día a día y es una forma de vida. Es un deporte que genera un ambiente de compañerismo. Eso ya no lo tengo”, recalca. Ahora, con la situación actual, Bujanda no tiene ni fútbol ni el negocio abierto por las restricciones del Principado. Su tienda tiene dos años y medio e iba viento en popa: “A ver si podemos salir de esta”.

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