84-78: El Alimerka Oviedo Baloncesto se da una alegría y sale de los puestos de descenso tras ganar al Iraurgi

El equipo carbayón se impone en el regreso de Guillermo Arenas al banquillo de un polideportivo de Pumarín que estaba abarrotado

Antonio Lorca

Antonio Lorca

Partidos como el que sacó adelante (84-78) esta tarde el Alimerka Oviedo Baloncesto ante el Iraurgi se ganan al rival y a uno mismo. El equipo carbayón cumplió el plan establecido, tuvo minutos en los que rindió a gran nivel, otros más bajos, y aunque llegó a los minutos importantes con una buena renta no fue capaz de espantar del todos sus fantasmas y acabó perdiendo el basket-average (en la ida perdieron por 94-85) tras un par de errores y algunas malas decisiones al final.

Pero eso es pecata minuta, algo que menor en comparación con la importancia que tenía anotar más puntos que el rival, que los jugadores sintieran que están preparados para afrontar un final de temporada que será muy duro, en el que vendrán momentos malos, pero que ahora se mira de otra forma, fuera del descenso, con una alegría que es oro puro para una plantilla que se está adaptando a una forma de jugar muy diferente, con otras ideas en ataque y hasta con protagonistas diferentes.

Uno de ellos, elegido por la afición tras el partido como mejor jugador, es Marc Martí, que además de un ala-pívot con grandes condiciones es el corazón de este equipo, alguien que lo ha pasado mal y por el que todos sus compañeros se alegran casi tanto como él mismo por su buen rendimiento. "Por fin estoy disfrutando", decía tras el partido alguien que se ha pasado más de un año lesionado de la rodilla y que acababa de anotar once fundamentales para el OCB.

El partido siguió un guion peligroso para los locales, con un marcador ajustado y un acierto exterior del Iraurgi que, por momentos, les permitió un marcador favorable (se pusieron 16-22 a 2.30 de acabar el primer cuarto) que amenazaba con socavar la escasa confianza del conjunto azul. Pero no, este no era el día de melancolía alguna, y el OCB, con un triple en el último segundo de Martí concluyó el primer parcial empatado (25-25).

Ahí estaba también presente el factor Pumarín, ese fortín que supo el papel que le tocaba desempeñar y lo hizo, animando, apretando y aplaudiendo errores y aciertos de sus jugadores. Y, con ese apoyo, el OCB fue poco a poco llevando el partido a su ritmo, rápido, encontrando con más claridad a sus tiradores y buscando la superioridad que tenían con respecto a su rival en el juego interior. Imperial estuvo Clevon Brown, que le da al equipo ese físico que tanto necesita, con algunos tapones espectaculares que levantaron al público. A pesar de todo, el Iraurgi, a base de triples, se mantuvo enganchado el partido. Solo los triples de Thorir Thorbjarnarson (otro que dio un paso adelante) y el propio Brown hicieron que la ventaja al descanso se estirara un poco (49-42).

En el tercero llegaron algunos de los mejores minutos del equipo azul, con un inspirado Romeo Crouch, con Pruitt por fin encontrando el acierto exterior. Una canasta de Brown elevó la renta a diecisiete puntos (67-50) a 1.14 de acabar el tercer cuarto. Un triple del Iraurgi redujo esa renta (67-53) para el último parcial. Se podía empezar a pensar en el basket-average, ese objetivo no declarado que se empezaba a ver realizable, pero al equipo le vinieron en los últimos minutos los fantasmas de una temporada muy complicada, con muchas decepciones. Llegaron las pérdidas y el miedo a una catástrofe que provocó que se dedicaran a conservar el marcador para acabar con más puntos que el rival. Pena también para los de Oviedo la última jugada, con ocho arriba (84-76) que se resolvió con un triple errado de Romeo Crouch cuando una canasta hubiera servido. Un mal menor. La alegría final demuestra que este OCB está muy vivo y que sale muy reforzado de un partido que era a vida o muerte.

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