El secreto de Cima, la estrella del ciclismo asturiano que acabó recibiendo al Papa y a Julio Iglesias: "Me levantaba a las cinco para desayunar chuleta; y nunca tomé barritas energéticas"

El corredor de Lugones, que cambió la bicicleta por el periodismo en LA NUEVA ESPAÑA, cuenta el final de su carrera deportiva: "Me salían bultos en las piernas que oprimían el nervio ciático y era incompatible con la posición del ciclista en el sillón; se me amontonaba el dolor, me pellizcaba y no podía"

El asturiano José Enrique Cima celebra su triunfo en la etapa de la Vuelta que finalizó en Bilbao en 1978.

El asturiano José Enrique Cima celebra su triunfo en la etapa de la Vuelta que finalizó en Bilbao en 1978. / NACHO OREJAS

Alfredo Varona

Fue casi una revolución en su época. Iba a ser el nuevo Fuente. Asturiano, como él. En tres años de ciclista ganó 27 carreras. Pero el destino se cruzó en su camino. Los dolores en las piernas caducaron a José Enrique Cima (Lugones, 1952) que ahora, a los 71 años, sigue desplazándose en moto, "en una BMW 1.150", y todavía sigue yendo a ver carreras. "Me gusta ver las caras de los ciclistas en directo".

-Ciclista y, después, periodista.

-Sí. Saqué el título por la tercera vía. Si llevabas 10 años trabajando te lo concedían y fue lo que pasó conmigo. De hecho, cuando corría en bici ya escribía artículos para LA NUEVA ESPAÑA hasta que tuve que dejarlo porque en mi época los ciclistas no podíamos escribir.

-¿Y entonces?

-En el 83, una vez que me retiré, me llamó Julio Puente del periódico para colaborar. Y luego en el 85 entré de redactor en plantilla. Y, a partir de ahí, ya cubrí de todo cuando vino el Papa, Julio Iglesias…, en fin fueron tantos años… Hice hasta fotografía de boxeo…

-Y de ciclismo, claro.

-Sí, sí. De hecho, me convertí en el primer periodista de prensa escrita que iba en moto. Luego, hacía las crónicas después de la etapas en máquina de escribir y luego las enviaba por fax.

-¿Y qué es más duro: el ciclismo o el periodismo?

-Son cosas diferentes. Pero le diría que en muchos casos ser periodista es más difícil que ser ciclista.

-¿Y por qué?

-De ciclista trabajas cuatro o cinco horas. Luego, te dan masaje y a descansar. Pero de periodista sabes cuando empiezas pero no cuando acabas: duermes en hoteles a 100 kilómetros de la salida y en un día podías hacer fácilmente 300 o 400. Acabas fatigado.

-Pero el periodismo ha cambiado. Ahora se puede hacer una crónica desde el sofá de casa.

-Pero a mí me gusta vivirlo y contar lo que ves de verdad. En mi época, como yo iba en moto, los compañeros me preguntaban que veía o que había visto. Había ciclistas que te engañaban. Recuerdo una vez en una etapa en Pau en el Tour en la que llegaron escapados Hinault y Perico y Álvaro Pino nos decía que iba pegado a ellos. Tuvieron que ser las fotos las que demostraron que no.

-¿Y usted engañaba?

-No que yo recuerde.

-¿Y por qué solo duró tres años en el ciclismo?

-Tuve un problema. Me salían bultos en las piernas que oprimía el nervio ciático y era incompatible con la posición del ciclista en el sillón. Se me amontonaba el dolor. Me pellizcaba y no podía.

-Le faltó tiempo entonces.

-Me faltó salud, efectivamente. Con la medicina de ahora se hubiese corregido. Pero siempre me quedará saber hasta donde pude llegar. Yo gané dos etapas a Hinault una contrarreloj a Eddy Merckx en el Tour de Romandia.

-Se hizo periodista entonces.

-Estuve desde 1985 a 2013. Creo que fue suficiente. Me jubilé hace diez años a través de un contrato relevo. Pero ahora todavía sigo haciendo reportajes. Cuando me lo pide algún jefe. Pero tampoco me prodigo mucho porque no quiero que los compañeros se enfaden ni quitarle trabajo a nadie.

-Hay mucha precariedad en el periodismo.

-Cuando me prejubilé, el subdirector me dijo, ‘aprovecha, que se está poniendo la profesión muy dura’. Recuerdo que me llamo un viernes por la noche y no lo dudé. El martes ya había firmado. Ahora, y con el sueldo que yo tenía antes, se paga a dos compañeros y ya no se viaja como en mi época.

-Fue un privilegiado.

-Fui al Tour desde el 84 al 97. Pero ahora sigo yendo por mi cuenta. Una semana al Tour y otra a la Vuelta. Me gusta ver las caras de los ciclistas para ver como sufren. Nada más que ves la cara de un ciclista sabes si lo pasa bien o mal. Ahí no hay engaño.

-Fue usted ciclista.

-Sólo corrí tres años en los que gané 27 carreras. Fue una buena experiencia para la vida. Hice de jefe de filas. Aprendí a prepararme bien las cosas, a coger referencias y gané un dinero que me permitió comprarme el piso cuando entré en KAS.

-También hizo atletismo.

-Hacía pretemporada entrenando ciclocross y corriendo en el alto del Naranco. Corrí un campeonato asturiano en Avilés que me pasó factura. Tuvieron que escayolarme el pie 40 días. Pero me costaba quedarme en casa y como me gusta la caza destrocé la escayola.

-Y a los 71 años se conserva muy bien.

-Lo único, el ácido úrico. Siempre lo he tenido. Me tuve que retirar en un Giro en el que iba quinto por el maldito acido úrico. Ahora, reconozco que soy mal paciente. Me gusta comer. Me cuesta cambiar hábitos. En mi época me levantaba a las cinco de la mañana para desayunar una chuleta. Y nunca tomé las barritas energéticas que toman los ciclistas de ahora.