Djuka, covid, vacuna, Iglesia ortodoxa, Montenegro, Sporting, crisis, picota, Gallego, El Toralín... La asociación de palabras es fácil. El cabreo, comprensible. La decisión del montenegrino de no pincharse, ¿respetable? Eso queda a gusto del consumidor y de la conciencia de cada cual.
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El choque cultural, las costumbres de cada país y la religión también juegan al fútbol. El problema es que una decisión así en estos tiempos no solo afecta al individuo que la toma, nos afecta a todos, porque ya sabemos cómo es el trajín de un deportista de élite: viajes por tierra, mar y aire.
Sea lo que sea, el tema ya no tiene arreglo. Lo primero, desear a Djuka que la enfermedad no le pegue muy duro. Luego ya está el marrón que se le avecina a Gallego como la situación de su único delantero se enquiste con cuarentenas, PCR positivas y demás.
Si lo de Djuka va para largo, será el paso del tiempo el que dicte el alcance de lo ocurrido. Y habrá que hacer balance de daños a nivel deportivo y de la imagen del jugador, que con sus goles se había ganado el respeto de los sectores más críticos. Ya veremos a partir de ahora, que el cabreo por pasar de Pfizer es gordo.