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Antonio Lorca

Los rebeldes de Pumarín, en guardia

La esencia del Oviedo Club Baloncesto es la rebeldía ante lo que se supone que no puede ser y nunca será. La de este club es una obsesión casi enfermiza por desmentir a los que dicen que es imposible, que en esta ciudad jamás un equipo de baloncesto podrá alcanzar el primer nivel, que no es lugar para ese balón naranja tan grande y pesado, que es mejor dejarlo, alejarse de la élite, probar con otra cosa y evitarse dolores de cabeza. Pero esos que se pasan el día en la oficina de Palmira Villa, junto al polideportivo de Pumarín, no están por la labor, y se empeñan cada temporada en hacerlo muy bien, en formar equipos competitivos y a los que da gusto ver jugar, equipos que además se suelen clasificar para el play-off de ascenso. Los escasos recursos de los que dispone el club se usan de una manera ejemplar y, además, se ha logrado que en tiempos convulsos, con una pandemia de por medio, haya un núcleo fiel de aficionados que, sin ser una multitud, son casi tan obstinados como el club al que aplauden. Esos, acompañados por todos los que alguna vez han sentido la llamada de Pumarín, deben ser los grandes protagonistas en el partido de hoy. Los de Natxo Lezkano tienen que sentir desde que pisen el parqué que es un día especial, que Palencia va a vivir una pesadilla en una pista en la que esta temporada solo han ganado cuatro equipos. Soldados, en guardia, prietas las filas. Empieza la remontada.

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