Fútbol es fútbol

Woody en Manchester, Mourinho en Cambridge y Mbappé sin cascos

Antonio Rico

Antonio Rico

1. Woody Allen en el Manchester City. Dicen que Ancelotti será el seleccionador de Brasil la temporada que viene. Supongo que Ancelotti es uno de esos entrenadores que pueden fichar por el equipo que les dé la gana y con las condiciones que les parezca. Como Guardiola. O como Luis Enrique. O como Klopp. Pero no sé si Ancelotti, Guardiola, Luis Enrique o Klopp podrían exigir a sus equipos las mismas condiciones que pide Woody Allen a los tipos que ponen la pasta en sus películas: no pueden leer el guion ni saber quiénes serán los actores. El productor ideal, para Allen, es el que pone el dinero y se va. ¿Se imagina a Ancelotti diciendo a la Confederación Brasileña de Fútbol que acepta ser seleccionador pero que no pueden saber las tácticas que impondrá en el equipo ni quiénes serán los futbolistas seleccionados? ¿Se imagina a Guardiola regresando al Barça a condición de que los dirigentes del club pongan el dinero que necesita para sus fichajes y luego se limiten a firmar los cheques y mantener la boca cerrada? ¿Se imagina a Woody Allen entrenando al Manchester City?

2. Mourinho en Cambridge. Ludwig Wittgenstein terminó su examen oral de doctorado en Cambridge con estas palabras: "No se preocupen, sé que jamás lo entenderán". Y en el tribunal estaban nada más y nada menos que Bertrand Russell y George Edward Moore, dos gigantes de la filosofía. ¿Por qué hay tantos entrenadores, futbolistas y directivos que se comportan como si hubieran escrito el "Tractatus lógico-philosophicus" y no tuvieran más remedio que intentar explicar sus propuestas a una afición que jamás entenderá nada de lo que dicen? Mourinho se considera a sí mismo todo lo que acaece, Ibrahimovic insiste en hablar cuando lo mejor es callarse y Bordalás cree que lo místico no es cómo juegue su equipo, sino que el equipo rival no juegue. Florentino Wittgenstein, por supuesto, siempre nos mira con esa cara de cansancio metafísico y, si pudiera, diría: "No se preocupen, sé que jamás entenderán lo que significa ser el Bernabéu del siglo XXI".

3. Las mulas de Mario. Los futbolistas de los grandes equipos viajan con una impedimenta tan desproporcionada que puede que haya llegado el momento de que un general Mario proponga unas cuantas reformas. Cayo Mario reformó el ejército romano para convertirlo en una máquina de guerra casi perfecta, y empezó por acabar con los miles de mulas que transportaban los suministros de las legiones, que ralentizaban la marcha y exigían enormes cantidades de pienso para su alimentación. Mario limitó el número de mulas a una por cada ocho legionarios para transportar la tienda, el molino de harina y otros utensilios, y proporcionó a cada legionario un palo con un travesaño que le permitía llevar sobre los hombros hasta cuarenta kilos de equipo. Por eso se hacían bromas con "las mulas de Mario", en referencia a los legionarios que cargaban con lo que antes llevaban las mulas. El general Mario podría limitar el número de maletas del Real Madrid o del Paris Saint-Germain a una por cada ocho futbolistas, y obligar a que cada futbolista cargue sobre sus hombros con el resto del material. Es una idea estúpida, ya lo sé. En realidad, estoy proponiendo que Bellingham y compañía imiten a los legionarios de Mario para que dejen en sus casitas esos horribles y enormes cascos con los que insultan a los aficionados cuando bajan del autobús o del avión. Si Mbappé tiene que cargar con cuarenta kilos de material, se olvidará de los dichosos cascos y firmará autógrafos para descansar.

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