Entre líneas

El sainete

Sobre el VAR y el empate en Santander

Julio Llanos

Julio Llanos

El fútbol tal y como lo conocíamos ha muerto. No, no me refiero a los horarios, en los que ya solo falta jugar a las 4 de la madrugada para que un campesino de Wisconsin pueda, mientras come nachos y bebe unas Bud, disfrutar de un Amorebieta-Alcorcón. Tampoco a jugar un lunes a las 21.00 horas, privando a niños, trabajadores y aficionados que viven lejos de los estadios de su equipo, a no ver un espectáculo que previamente pagaron. No crea usted lector que lo digo porque ya no puedas ir con la camiseta o una bufanda de tu equipo en total libertad a un campo que no sea el de tu equipo no. Lo digo principalmente por el propio juego.

Era maravilloso ver un partido de fútbol con ritmo, intensidad, velocidad de balón, idas y vueltas... Eso se acabó. Si un balón le roza el dedo meñique a un defensa se para el juego, el árbitro aprieta el pinganillo contra su oreja, protestas de los jugadores de ambos equipos, "tranquilos que lo están viendo", "Antonio ¿qué has visto?", "creo que le roza en la uña", amarillas por protestar y amarilla al del meñique. Dos minutos después el colegiado dibuja con ambas manos una televisión y corre, un minuto más separando a los banquillos, "¿papá, qué pasa?, ¿por qué no juegan?", "no lo sé Mateo, acábate el bocadillo que si no mamá se enfada". Nadie en la grada vio el contacto con el meñique, ni siquiera los futbolistas, un señor delante de una pantalla, en las afueras de Madrid, sí.

Tres minutos viendo las imágenes y el trencilla, víctima del artefacto, no lo tiene claro, dale para adelante, ahora para atrás, cámara lenta, para, páralo ahí… El árbitro decide. Corre hacia el área, expectación, otra vez a dibujar la dichosa pantalla y… ¡No es penalti!, el balón le roza el meñique pero antes el balón, roza también muy ligeramente la rodilla, sigue la mímica, la tarjeta que te saqué antes… ¡Anulada!

Saque de puerta. Pasaron casi siete minutos y Mateo ya se acabó el bocadillo. ¡Pero si es que hasta para pitar el final del partido vuelven a apretarse el pinganillo y esperan a que les den el ok! Insisto en que después de los aficionados y del espectáculo los grandes perjudicados son los propios árbitros. El domingo en Santander vimos dos jugadas curiosas, la del primer gol del Racing, totalmente legal, pero en la que un aficionado saltó al campo a golpear un balón, demostrando que sigue habiendo más tontos que ventanas y la jugada en la que 26 segundos antes del gol de Seoane, el de la pantalla de Madrid ve una acción dudosa en campo contrario y que tras 5 minutos y 12 segundos y en un sainete similar al antes recreado anula. Fútbol moderno lo llaman. El equipo en El Sardinero pudo ganar, empatar o perder. Mucho mérito tienen los de José Alberto que, con una plantilla de nivel medio, es el segundo equipo que más goles anota. Ambos conjuntos fueron valientes, en un partido vistoso, pero quien acabó en el área rival fue un Oviedo ambicioso, inconformista y con personalidad pese a las innumerables bajas, asunto que, al margen de la mala suerte, el club debería estudiar.

Y ahora los dos últimos partidos de 2023, año que puede ser ilusionante, aunque tengo que reconocer que futbolísticamente me ilusiono con poco, si no hace años que hubiese dejado de ir al Tartiere. Algún año nos tocará, mientras tanto que continúe el espectáculo.

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