Opinión

Sufrir, sufrir y volver a sufrir: breve manual para que el Sporting pueda alcanzar el "objetivo"

Para conseguir subir a Primera, y este equipo puede alcanzarlo con ganas y confianza, hay que salir con decisión a ganar los partidos

El Sporting, tras el pitido final ante el Cartagena.

El Sporting, tras el pitido final ante el Cartagena. / Juan Plaza

Toda conquista conlleva sufrimiento. Y un ascenso, sufrimiento en cantidad. No cabe otra. Parafraseando a don Luis Aragonés, el "sabio de Hortaleza", quedan siete partidos para sufrir y sufrir, y volver a sufrir. Sin olvidar que para lograr eso que en genérico los dirigentes y técnicos del Sporting llaman el "objetivo" –como si nombrar sin remilgos el ascenso como fin máximo de la temporada pudiera atraer mal fario– hay que ganar y ganar, y volver a ganar, con algún empate si fuera imprescindible. La clasificación de Segunda da más miedo que Israel e Irán compitiendo a ver quién tiene más gordos los misiles. Y a la vez está tan apretada que abre todas las puertas tanto del éxito como del fracaso. Apasionante. Del segundo clasificado al décimo hay cinco puntos de diferencia; el Sporting, en posiciones de promoción toca con los dedos de un partido (3 puntos) el ascenso directo. No hay margen de error. Preparen y tengan bien a mano analgésicos, ansiolíticos, antidepresivos y hasta algún pseudo opiáceo si quieren ponerle un punto psicodélico a este viaje hasta el final de liga, que vienen más curvas que las de todos los puertos de montaña asturianos juntos.

Para conseguir el "objetivo", y este equipo puede alcanzarlo con ganas y confianza, hay que salir con decisión a ganar los partidos. Sin contemporizar, sin que las piernas flaqueen o les nervios nublen la mente. El partido contra el Cartagena volvió a repetir un esquema al que el Sporting nos tiene acostumbrados: comienza ganando para acabar sufriendo. Los descendientes de los cartageneros que llegaron a proclamarse Cantón Federal de España y hasta solicitar la adhesión a Estados Unidos (allá por 1873, en tiempos de la Primera República), no son tan fieros como sus antepasados, aún así enseñaron sus garras y apretaron bien a los rojiblancos en el Molinón.

Para ganar hay que salir a ganar, aunque parezca una aseveración de perogrullo. Salir a no perder acaba en derrota. Cuando se gana y se contemporiza se suele empatar. Solo el deseo y la convicción de ganar encarrila el camino hacia la victoria. Hay que mirar siempre hacia adelante. Y evitar la "jugada inversa" que tanto se repite. Las normas no escritas de la termodinámica del fútbol la define como aquella que bien arrancando con la salida del balón desde el propio área o bien robándolo al equipo rival en la zona media, acaba irremediablemente, como por inclinación del campo, de nuevo en el portero propio. Un clásico sportinguista.

Tampoco se debe recurrir a las cábalas numéricas, cuentas de la lechera o ábacos para marear puntos. Las matemáticas en el fútbol suelen dar error, como aquellas calculadoras Casio cuando atoraban. Recurriendo de nuevo al libro no escrito de la termodinámica del fútbol hay dos modalidades de formulaciones a evitar: el "y si..." y la regla de tres futbolística. La primera consiste en elucubrar cómo estaría ahora el equipo si hubiéramos ganado tal partido o no perdido o empatado tal otro. De nada sirve. El pasado no vuelve. No hay retorno. La segunda tiene un sesgo más comparativo, un ejemplo: si el Sporting ganó al Mirandés en su casa y el equipo burgalés venció al Oviedo en la suya, entonces... Entonces nada. La respuesta se pierde en el limbo de la regla inamovible de que fútbol es fútbol y tiende al infinito.

Pocas certezas tiene este deporte, esa es una de sus grandezas. Una de ellas es que la pelota gira y gira, y en ese tiempo siempre habrá un jugador como Gio Zarfino que supere una larga lesión y retorne al campo con las lágrimas y una sonora ovación. Otra es que para subir hay que ganar y sufrir, sufrir y ganar. No hay más.

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