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ANÁLISIS

La predicción se revisa y el consumo comparece

La salida de la crisis se iba a hacer con exportaciones y cambio de modelo, pero la que tira es la demanda interna y sin que el IPC remonte

Las previsiones económicas mudan porque las circunstancias son cambiantes y porque la predicción no es una ciencia exacta. No lo es en la economía pero tampoco en la meteorología ni en cualquier otro ámbito del saber. Las predicciones se hacen, a sabiendas de que son falibles y de que errarán las más de las veces, porque son fuente de información valiosa y porque constituyen un intento, con enormes limitaciones adivinatorias -propias de la condición humana-, de reducir la incertidumbre, que es siempre el peor de los escenarios. Anticipar las tendencias, aunque luego la realidad tome otro rumbo, es una forma de poner las luces largas, aunque esto no exima de que puedan surgir en el camino sobresaltos inesperados, sorpresas agradables y en ocasiones también desastres que -como la actual crisis- nadie predijo, salvo contadas excepciones y de forma parcial y limitada.

En ocasiones las predicciones se instrumentalizan como un intento de influir en las decisiones de los agentes, a partir de la premisa de que la economía también es un estado de ánimo y de que las profecías tienden a autocumplirse. Pero, siendo esto cierto, es muy difícil que el voluntarismo cambie por sí mismo los fundamentos de una economía, que son la gran fortaleza o vulnerabilidad que, en última instancia, más condiciona el curso de los acontecimientos.

La realidad es tan imprevisible que cuando toda la política económica del Gobierno estaba dirigida a sacar a España de la segunda recesión y de la crisis por la demanda externa (España iba a ser la Alemania del Sur), la realidad es que está siendo la inesperada demanda interna la que está tirando del PIB mientras el saldo de nuestra balanza de pagos se está deteriorando -a pesar del fenomenal auxilio del turismo extranjero- por el altísimo aumento de las importaciones. Y esto incluye los coches, sector en el que, favorecido por las subvenciones, ya estamos en déficit con el exterior pese a que somos el undécimo fabricante mundial. Esto indica que la población no ha interiorizado las causas reales de la crisis específica española y que se está repitiendo el patrón del crecimiento nacional de siempre: aquel que se dijo que esta vez sí se iba a cambiar.

Y esto lleva a muchas conjeturas. Cabe preguntarse en qué medida puede sostenerse un crecimiento basado en la demanda interna con el segundo mayor paro de la UE y una fuerte caída de salarios, uno de los más elevados endeudamientos privados del mundo desarrollado, una deuda externa enorme y un ahorro nacional que, por vez primera desde 2000, acaba de entrar en tasas negativas. Y con la paradoja de que la demanda interna crece pero la inflación española está en tasas negativas.

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