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La cruzada comercial de Trump golpea al acero asturiano

El recorte de producción de Arcelor llega tras una escalada de importaciones en Europa, sobre todo de acero de Turquía, que se desencadenó a partir del giro proteccionista de EE UU

La cruzada comercial de Trump golpea al acero asturiano

Donald Trump inició su cruzada proteccionista recién llegado a la Casa Blanca, a principios de 2017, retirando a EE UU de la negociación de nuevos acuerdos de libre comercio -entre ellos, uno de gran alcance con Europa- y revisando otros tan consolidados como el compartido con Canadá y México. Un año después, en marzo de 2018, el inefable cuadragésimo quinto presidente de la primera economía del mundo cavó otra trinchera de su guerra comercial al imponer aranceles a las importaciones de acero (25%) y aluminio (15%). Puede decirse que en esa decisión, y en otras que se produjeron en los meses siguientes en Europa y de nuevo EE UU, reside una de las explicaciones primigenias del recorte de producción (700.000 toneladas) que Arcelor-Mittal anunció esta semana en Asturias. La multinacional lo ha vinculado en primer lugar a una escalada de las importaciones de acero procedente de países extracomunitarios que, sin las cargas que supone la disciplina ambiental de la UE y con costes laborales y energéticos más bajos, ha inundado el mercado europeo con producciones baratas que se dirigían a EE UU hasta que Trump levantó su muro arancelario.

"Nuestros fabricantes de acero están siendo aplastados por productos de fuera de la UE desviados (por las restricciones de EE UU) y con precios reducidos", escriben, casi amargamente, los analistas de la patronal siderúrgica europea Eurofer en su más reciente informe sobre el mercado comunitario. El panorama en números puede resumirse así: durante el último trimestre de 2018, las entregas de acero de las plantas de la Unión descendieron el 2,1% a la vez que las importaciones extracomunitarias avanzaron el 16,3%, incluso a pesar de las medidas defensivas aplicadas por Bruselas con arreglo a las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En un contexto general de enfriamiento económico en Europa y de "aplanamiento" de la demanda de acero, el fabricado dentro de la UE y con los estándares sociales y ambientales que ella impone pierde cuota de mercado aceleradamente, sobre todo en beneficio de competidores como Turquía.

El enemigo: la bobina turca. ¿Cómo impacta tal panorama en el mercado español y en el acero asturiano? Una respuesta está en los datos sobre las importaciones: mientras la fabricación nacional declinaba en 2018 (14,3 millones de toneladas de acero bruto, el 0,8% menos interanual), las compras exteriores crecían el 8,6%, hasta los 10,8 millones de toneladas y con un extraordinario protagonismo del acero turco. Las expediciones procedentes del país euroasiático se dispararon el 52,4%, hasta superar el millón de toneladas, cantidad equivalente a una quinta parte de toda la producción anual de las plantas de Arcelor-Mittal en Avilés y Gijón (cinco millones de toneladas).

La siderurgia otomana se ha convertido así en un directo y agresivo competidor del acero asturiano. En particular de la bobina laminada que se fabrica en el tren de bandas en caliente de Avilés. Es un producto intermedio destinado a su transformación en los talleres de acabado (galvanizado, decapado..) que distintas empresas tienen repartidos por España (incluidos los de la propia Arcelor). Las importaciones de bobina turca están siendo este año el 49% superiores a las que se registraban a estas alturas de 2018 y más que duplican las de 2017, destacaron fuentes siderúrgicas. Y entran en España con precios en torno a un 10% inferiores a los del producto asturiano, en parte gracias a que los fabricantes ajenos a la UE no tienen los sobrecostes que imponen a los comunitarios la política europeas para reducir las emisiones de CO2 (obligación de disponer de derechos de emisión cuyo coste se ha disparado el 75% en el último año).

El pulso Trump-Erdogan. La expansión comercial del acero turco en España y en otros países del sur de Europa se intensificó en la segunda mitad de 2018 por una nueva decisión de EE UU. En medio de una escalada de tensión entre la Administración Trump y la turca de Erdogan, Washington duplicó los aranceles sobre el acero turco, hasta situarlos en el 50%. Trump usaba así las hostilidades comerciales para estrechar el cerco sobre el régimen de Ankara, debilitado por una crisis económica que hundió la moneda nacional (lira turca) durante el verano y que se convirtió en recesión en el último trimestre de 2018. La combinación de la caída de la demanda interna y del despliegue proteccionista de EE UU -replicado por Erdogan con aranceles a los productos estadounidenses- acrecentó desde ese momento la apuesta de la siderurgia turca por colocar sus producciones excedentarias en el mercado europeo. Presionada por sus fabricantes, la UE había respondido unas semanas antes a la primera oleada de aranceles de Trump (la de marzo de 2028 para todas las importaciones de acero y aluminio). Lo hizo siguiendo el libro de estilo de la OMC y, según el criterio de Arcelor-Mittal, con demasiada tibieza.

La réplica europea. "Los aranceles impuestos por EE UU a los productos siderúrgicos están produciendo un desvío comercial que podría tener graves consecuencias para los productores y los trabajadores de la industria siderúrgica de la UE. No nos queda otra opción que introducir medidas provisionales de salvaguardia para proteger nuestra industria de una oleada de importaciones", declaró Cecilia Malmström, comisaria de Comercio, el 18 de julio del año pasado, un día antes de que la UE comenzará a intervenir en las importaciones desde países extracomunitarios de 23 fabricaciones de acero.

Europa, filosóficamente comprometida con el libre comercio, evitó desplegar armamento pesado. Las llamadas "medidas de salvaguardia" incluyen el cobro de un arancel del 25%, pero únicamente cuando las importaciones superan un nivel igual al promedio de los tres años anteriores. Y no se establecieron en principio contingentes por países (limitaciones individualizadas).

Con algunas variaciones, esas medidas fueron confirmadas como definitivas el día 1 de febrero. Antes y después de esa fecha su eficacia ha sido decepcionante, según las empresas siderúrgicas. "A pesar de las medidas arancelarias de salvaguarda de carácter permanente establecidas en la UE, se ha producido un aumento continuado y sostenido de las importaciones de productos planos de acero en Europa", expuso Arcelor-Mittal el pasado lunes al comunicar el recorte "temporal" de tres millones de toneladas en las producciones de cabecera, paralizando sus instalaciones de Cracovia (Polonia) y rebajando en España la actividad de los hornos altos de Gijón y de la acería de Avilés. "Estamos manteniendo contactos con diversos interlocutores para solicitar que se refuercen las medidas", dijo Geert van Poelvoorde, primer ejecutivo de Arcelor-Mittal en Europa.

¿Por qué no funciona la respuesta defensiva de la UE? La replica a EE UU fue diseñada buscando un equilibrio entre la protección de la industria autóctona y el interés en que el mercado único europeo permaneciera abierto y con precios competitivos para los usuarios, principalmente para los sectores del automóvil y la construcción, grandes consumidores de acero. Con ese afán, Bruselas incluso ha suavizado este año sus barreras elevando el 5% el nivel de importaciones extracomunitarias exento de aranceles y prevé subirlo otro 5% el próximo verano. Considerando que la demanda europea tiende a estancarse e incluso a bajar este año, Turquía y otros productores estarán en posición de seguir ganando cuota de mercado. Desgastando la del acero asturiano.

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