Cataluña

¿La crisis de ERC pone en riesgo la investidura de Salvador Illa?

El desastre electoral del pasado domingo ha propiciado una cascada de dimisiones en la cúpula del partido, que celebrará un congreso en otoño

El líder de ERC, Oriol Junqueras.

El líder de ERC, Oriol Junqueras. / EP

Júlia Regué

Oriol Junqueras espera a su rival en ERC. La ruptura del tándem que formaba con Marta Rovira y con el que ha operado desde 2011, abre una crisis en las filas republicanas entre los partidarios de dar paso a nuevos liderazgos y los que creen que la situación solo la puede remontar él. Su figura genera más recelos en el aparato del partido que entre les bases y su electorado, así que Junqueras se va para quedarse. Dimitirá, sí, pero solo para rearmarse y, de paso, tratará de defender que está libre de responsabilidades, entre ellas, también la de decidir si el partido facilita la investidura de Salvador Illa y le convierte en president sin entrar en el Govern.

Los pactos

La pirueta 'junquerista' parte del diagnóstico de que no ha sido un candidato efectivo a la Generalitat desde 2012. Lo fue también en 2017, pero estaba entre rejas. La amnistía no llegará a tiempo para que opte a la presidencia hasta en unos dos años, teniendo en cuenta que el juez deberá estudiar su caso con posibles recursos al Tribunal Constitucional y preguntas a Europa, y que, a diferencia de Carles Puigdemont, Junqueras está inhabilitado.

El otro elemento que pone sobre la mesa es que no se siente responsable del desastre electoral de este último ciclo de municipales, generales y catalanas; aunque varios dirigentes le recuerdan que ha atado pactos como los alcanzados con el PSC en las diputaciones y también el del Ayuntamiento de Barcelona, guardado en un cajón hasta después de las elecciones europeas del próximo 9 de junio. De hecho, hay varias voces que opinan que fue este pacto el que dinamitó los presupuestos porque los Comuns quedaban al margen del consistorio.

El control del partido

La ejecutiva es mayoritariamente 'rovirista' y se ha fusionado ya con Pere Aragonès y el círculo de confianza que ha forjado en el Palau de la Generalitat. Preparan a una candidata que logre hacer sombra a Junqueras, quien a su favor tiene gran popularidad (es conocido por el 94% de los catalanes y puntuado con un 5,2, según el CEO), pero que despierta recelos entre la dirección, como pudo constatar el miércoles.

Los partidarios de nuevas caras y de un cambio de rumbo estratégico tratan de mandar un mensaje a la militancia con la dimisión de Aragonès, el anuncio de Rovira y la retirada, al menos institucional, del viceconseller Sergi Sabrià que combata el "personalismo" de Junqueras. Él lleva meses pateando las calles y las agrupaciones locales, y está convencido de que con una consulta a las bases puede ser elegido incluso con más apoyos de los que cuenta ahora, pero necesitará, a su vez, tejer alianzas internas para construir una nueva cúpula en el congreso.

La diagnosis de los cercanos a Rovira es que el procés ha cerrado una etapa, y que la receta Junqueras ya no sirve. A su favor tienen el mando del partido hasta el congreso del 30 de noviembre, y esperan convencer a la militancia de que la suya es una propuesta "transparente" y "participativa", incluso sometiendo a votación una de las decisiones más complejas: la investidura de Illa.

El mal menor

Esta gestora provisional, liderada por Rovira, será la encargada de tomar las decisiones hasta que haya una nueva dirección. Esto permite a Junqueras defender que él ha quedado al margen de la compleja elección entre investir a Illa o forzar una repetición electoral, pero da margen a los 'renovadores' para ganar terreno entre la militancia.

La investidura de Illa es el mal menor. ERC no tiene candidato, Aragonès ya se ha descartado y Junqueras no puede jugar esta partida por ahora, pero además supondría un riesgo excesivo porque la caída de los 20 diputados podría ser una realidad en unas elecciones en las que el duelo estaría centrado en Illa y Puigdemont

El pacto dependerá, en buena parte, del cable que puedan tirar los socialistas a los republicanos. De momento, les han confiado la cautela y no presionarán en público en favor de conseguir un acuerdo futuro. Hay cartas con las que jugar, más allá de Barcelona, como la posibilidad de que ERC se quede con la presidencia del Parlament, pero también el hecho de que Pedro Sánchez se abra a indagar en un posible acuerdo para una financiación singular.

Hay tiempo y la conjura de que, con una campaña europea a la vuelta de la esquina, se impondrá la discreción para evitar que la disputa electoral complique un entendimiento. Mientras, en ERC velan armas.

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