Luis Cayetano Fernández Ardavín nació hace 62 años en la localidad de Cereceda, en Infiesto. Hijo del herrero del pueblo y una campesina oriunda de Priede (Sevares), trabajó como aprendiz en la forja de su padre, en la que se hacía todo tipo de herramientas para el mundo rural. No era su única labor. También ayudaba a cuidar el ganado que tenía la familia. Una vida de aldea en la que el pan se ganaba con las manos. Fernández Ardavín nunca ha olvidado esos orígenes humildes. Con el tiempo, el aprendiz de herrero se acabó convirtiendo en un forjador de justicia. Primero, de la justicia social como adalid de los trabajadores en los tribunales, y ahora, como intérprete de las leyes desde su toga de magistrado.

El camino para llegar hasta donde está ha sido largo. Cursó Bachillerato en el Colegio de Infiesto Santo Domingo de Guzmán, que allí todos conocen como «el Mesón», por el establecimiento que había estado previamente en su lugar y al que iba a diario en bicicleta desde su localidad natal. Tras aprobar el Preu en el Instituto Alfonso II de Oviedo, ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo. En 1972 se licenció, obteniendo el primer premio extraordinario de fin de carrera.

Con un expediente brillante, parecía que su destino iba a quedar ligado al mundo docente, y durante un tiempo tras la licenciatura, quedó como ayudante en una cátedra de la Facultad. A finales de 1974 comenzó a ejercer como abogado, dándose de alta en el Colegio de Gijón en enero de 1975.

Durante 16 años, desarrolló una carrera brillante como letrado, consiguiendo sentencias favorables que en algunos casos abrieron el camino a que se sentara jurisprudencia. Eso fue lo que sucedió con la crisis de Talleres de Moreda, que a principios de los ochenta echó el cierre dejando a 200 obreros en la calle. Tras casi 20 demandas, se demostró que la compañía pertenecía a un grupo de empresas. Durante los primeros meses como letrado, ejerció junto al que a la postre sería presidente del Principado, Juan Luis Rodríguez Vigil. Luego, a su despacho se incorporaron primero Carlos Meana, y después, Carlos Muñiz.

En 1985 volvió a dar clases en la Universidad de Oviedo, como profesor de Derecho del Trabajo, lo que compatibilizó con su labor como abogado. En 1991 accedió a la judicatura, tras superar las pruebas del cuarto turno, reservado para abogados de reconocido prestigio.

Su impacto profesional en el mundo laboral de Gijón es recordado por sindicalistas de la ciudad, que no dan abasto con los ejemplos. Uno de ellos, el pleito que logró el ingreso en la plantilla del antiguo dique de Duro Felguera de los trabajadores que tenía cedidos ilegalmente a subcontratas. Un veterano sindicalista de aquella época señala que «había casi 600 afectados, y para aquel juicio, en el año 74, buscamos a varios abogados para causar impacto, como Cristina Almeida, un tal Felipe González que decían que era el jefe del PSOE, Joaquín Herrero Merediz y Antonio Masip. A todos los pusimos de escaparate, pero el que llevaba realmente el tema desde el punto de vista legal era Fernández Ardavín». Los tribunales acabaron regularizando la situación de los 600 trabajadores.

Ha estado cuatro años ejerciendo en el Juzgado de lo social número 2 de Lugo, cinco años en el Juzgado de lo social número 1 de Avilés, otros cinco en el social número 4 de Oviedo, y, desde hace tres años, en la Sala de lo social del Tribunal Superior de Justicia de Asturias. El hijo del herrero de Cereceda sigue ahora forjando la balanza de la justicia.