Nuevo director del Colegio de la Inmaculada

A. RUBIERA

«Llevo cuarenta y cuatro años entre estos tutelares muros», dice José Guerrero. Se refiere -en términos que se usaban cuando él era estudiante- a las paredes del Colegio de la Inmaculada de los padres jesuitas, al que entró a los 6 años de la mano de su madre y donde aún sigue. Y seguirá. Tras 25 años de docencia ahora asume el reto de la dirección del colegio, en sustitución de Ignacio Menéndez.

-¿La gripe A está alterando la programación del curso?

-No, hemos hecho una programación como siempre, aunque con el tema de la gripe estamos esperando instrucciones de la Consejería.

-¿En un asunto así no valen fórmulas particulares?

-No, lo lógico es seguir la instrucción que den las consejerías de Salud y de Educación. Seguiremos las pautas que nos marquen intentando no alarmar demasiado a las familias.

-¿Percibe inquietud entre la comunidad escolar? ¿Los profesores o padres hubieran querido que se retrasasen las clases?

-El retraso en el inicio del curso no creo que lo quisiera casi nadie, porque no creemos que se solucione nada. Otra cosa es qué pasará cuando haya un número muy grande de alumnos o profesores que caigan enfermos. En eso seguiremos lo que nos digan. Pienso que la gripe A produce mucha alarma, pero el año pasado seguro que hubo momentos en los que en casi todos los colegios de Gijón teníamos 10 o 20 alumnos con gripe normal y no hubo alarma.

-Al margen de pandemias. ¿Cómo encara la dirección?

-Con mucha ilusión y convencido de que tengo una comunidad educativa detrás que cree claramente en el proyecto de este colegio. Somos un colegio católico y de la Compañía de Jesús, y esa identidad tiene que estar muy clara y explícita en todo momento. Por otra parte, en mi toma de posesión ya decía que me gustaría devolver al colegio una pequeña parte de lo mucho que me ha dado a mí, primero como alumno, luego como antiguo alumno, y ahora como profesor. El «cole» es mi segunda casa y muchas veces mi primera casa. En eso me siento como muchos otros alumnos que, cuando hablan del colegio, es como si no hubiera ningún otro. Ese sentido de pertenencia es, sin duda, uno de los grandes valores de este centro.

-Con esas características y esa identidad católica, ¿hay cabida para la Educación para la Ciudadanía?

-Yo no veo que el problema esté en la asignatura de Educación para la Ciudadanía (EpC). Lo que yo aconsejo a los padres es que miren mucho y lean bien el libro de texto que tiene su hijo de EpC, y que hablen con ellos de lo que dicen los profesores en esa clase. La asignatura no es el problema porque lo mismo podría ocurrir en todas. Yo mismo fui profesor de Historia de España y temas como la II República, la Guerra Civil y el franquismo se pueden explicar de tantas maneras diferentes e influyendo tanto en los chicos... pero de eso nunca se habló. Lo que sí es cierto es que la educación en valores debe partir de las familias.

-¿Cuáles diría que son los retos del Colegio de la Inmaculada?

-Los mismos en los que llevamos trabajando en los últimos años. Continuar afianzando nuestro nivel académico, nuestra atención a la diversidad y trabajar mucho la integración de toda la comunidad educativa en la labor pastoral.

-Ya que menciona la atención a la diversidad, sobre la red concertada pesa la permanente acusación de no asumir en suficiente porcentaje a alumnos de este tipo.

-Nosotros vamos a tener siete alumnos pequeños con necesidades educativas especiales (NEE). Tenemos los que piden plaza y pueden venir. Jamás este colegio, ni creo que ninguno de la concertada, ha dicho que no a acoger a un alumno con NEE. Si no tenemos más es porque no vienen.

-Ignacio Menéndez decía que el momento más dificil del año era siempre cuando tenía que colgar la lista de alumnos que no podían entrar en el colegio. Cada año registran unos excedentes muy importantes. ¿Se plantean pedir la apertura de más unidades?

-Ése será también mi peor momento, sin duda. Pienso que ahora, con línea tres en todo el colegio -tres unidades por curso-, es una buena estructura. Está claro que, por demanda, podríamos abrir en Infantil cuatro o cinco aulas; pero no nos planteamos la posibilidad de pedir más unidades. Estamos en una situación estabilizada que es buena.

-Las unidades de 3 años están saturadas en muchas zonas de Gijón y la patronal de la red concertada pidió a la Consejería, a final de curso, que aumentara unidades no sólo en la púlbica. ¿Qué opina?

-Gijón necesita más unidades de la concertada porque mientras haya un padre que no pueda llevar a un hijo al colegio que quiera, esa necesidad será real. Pero también entendemos que las disponibilidades son las que hay. Eso no quita para que yo crea que hay colegios de la concertada en Gijón que necesitan crecer.

-¿Diría que tiene ahora peores alumnos que cuando empezó a ejercer, hace veinticinco años?

-No. Mis alumnos no saben menos que hace años, saben otras cosas. Lo que sí les falta a los chicos de ahora es la cultura del esfuerzo y, sobre todo, el esfuerzo con premio no inmediato. Pero ése es un defecto de la propia sociedad.

-Siempre ha estado muy vinculado a las actividades extraescolares a través del baloncesto. ¿Qué peso tienen esas actividades en el colegio, y por qué?

-Aquí las llamamos paraescolares porque con este término se introduce la actividad en lo educativo. Para nosotros es una parte fundamental de la educación y en este colegio, de 1.200 alumnos que hay, 800 practican alguna actividad paraescolar. Siempre hemos entendido que tenemos que cuidar estas actividades, igual que las tutoriales, las pastorales y las académicas. Además, esas actividades generan cultura de esfuerzo, de compañerismo, introducen hábitos saludables...

-¿Cuál diría que es el reto de la educación en España hoy en día?

-Suscribo lo que dijo el anterior general de la Compañía de Jesús: debemos educar chicos y chicas conscientes, comprometidos, competentes y compasivos.

José Manuel Guerrero Rodríguez

Gijón, 1959. Licenciado en Geografía e Historia, ejerce la docencia desde hace 25 años, todos ellos en el Colegio de la Inmaculada. Un centro al que entró a los 6 años y del que nunca se ha desligado. Fue coordinador de formación humana, coordinador de tutores y de actividades paraescolares. Es hermano del jesuita Pablo Guerrero, provincial de Rumanía, y pertenece a CVX (Comunidad de Vida Cristiana), una comunidad de laicos pero con espiritualidad ignaciana. Casado y con dos hijos, desde ahora se hace cargo de un centro que tiene 1.200 alumnos, unos 70 profesores, 15 trabajadores no docentes y más de 80 responsables de actividades.

«No nos planteamos la posibilidad de pedir a la Consejería que nos abra más unidades de Infantil»

«El reto está en educar chicos y chicas conscientes, comprometidos, competentes y compasivos»